miércoles, 30 de junio de 2010

La iglesia

Por definición, la iglesia es el “cuerpo de Cristo”, la comunidad de los redimidos de la que el Señor es la Cabeza. “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio , el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18).

La iglesia nació porque “Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25), se conserva y crece por la vida dinámica de Jesús. “Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26). Cristo regresará a reclamarla como su “esposa”, “adornada para su esposo” (Apocalipsis 21:2), “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27)

Su nacimiento lo confirmó la venida del Espíritu Santo (Hechos 2:1-11) que proporciona también poder para su autoperpetuación mediante su testimonio en el mundo (Hechos 1:8).

La iglesia es visible e invisible:

- La iglesia invisible es el gran conjunto de creyentes que, a lo largo de todas las edades, han confiado sinceramente en Jesucristo como su Señor y Salvador. “Conoce el Señor a los que son suyos. Y apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2:19). Una persona se convierte en miembro de la iglesia invisible cuando recibe a Jesucristo como su Señor y Salvador (Juan 1:12).

- La iglesia visible es la universal actual, que se compone de grupos locales de cristianos. En ella están tanto el trigo como la cizaña: los verdaderamente redimidos y muchos no lo son.

Todas las iglesias que, a lo largo de los siglos, han negado “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3), serán identificadas como apóstatas.

Cuando una persona experimenta el nuevo nacimiento, se convierte en miembro de la iglesia invisible. Entonces deberá tratar de identificarse inmediatamente con el CCLT para tomar parte activa en los servicios de adoración, el compañerismo, el evangelismo, el estudio de la Biblia y la oración. Se trata de una responsabilidad que enseña la Biblia: “No dejando de congregarse, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).

Nota: Billy Graham escribió: “La iglesia es primordialmente el cuerpo de Cristo… La Biblia dice… que fue el amor de Cristo a la iglesia lo que hizo que fuera a la cruz. Si Cristo amó tanto a la iglesia… yo también debo amarla. Debo orar por ella, defenderla, trabajar en ella, entregarle mis diezmos y ofrendas, contribuir a su avance, fomentar su sanidad, y hacer que sea el cuerpo funcional y de testimonio que nuestro Señor quiere que sea. Si asiste a la iglesia este domingo en ese espíritu, nadie logrará mantenerlo alejado de ella al siguiente… La familia de Dios tiene personas de diferentes nominaciones. He descubierto que puede haber desacuerdos menores sobre teología, métodos y motivos; pero que en el interior de la verdadera iglesia existe una unidad misteriosa que supera todos los factores de división”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Feliciten a su interlocutor por el interés que demuestra tener por la iglesia. Cuando nos identificamos con la iglesia, estamos obedeciendo a Dios. En la iglesia buscamos oportunidades para adorar, tener compañerismo y comunión, evangelizar, estudiar la Biblia, orar y participar en la Cena del Señor.

2. El hacernos miembros del CCLT no nos salva. Nos identificamos con la iglesia porque somos salvos y deseamos obedecer al Señor. Jesús dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9). Pregúntenle a su interlocutor si ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador. Compartan con esa persona las Cuatro leyes espirituales.

3. Después de confiar en Cristo, su interlocutor debe tratar de integrarse cuanto antes en el CCLT, poder ubicarse dentro de una célula y participar en las diferentes actividades y ministerios de la iglesia, y asistir fielmente a ella.

4. Aconséjenle que respalde a la iglesia financieramente. Para poder funcionar y crecer la iglesia debe recibir nuestros diezmos y ofrendas.

Cita bíblica:

“Y yo Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis 21:2)

martes, 29 de junio de 2010

La guerra

Los cristianos profundos se han debatido siempre con el problema de la guerra y sus implicaciones morales. Algunos la consideran incompatible con las enseñanzas y el espíritu cristiano y, por ende, inaceptable en cualquier circunstancia, basándose en Mateo 5:43-44: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por lo que os ultrajan y os persiguen”.

Otros cristianos opinan que es necesario armarse y estar listos ya que la ciudadanía cristiana nos obliga a obedecer a los que ocupan puestos de autoridad, sirviendo en los cuerpos militares, si se presenta una guerra (véase Romanos 13:1, Tito 3:1 y Hebreos 13:7)

Desde el punto de vista filosófico, la guerra es una extensión de la lucha del hombre contra el pecado y el mal del mundo. El Apóstol Santiago escribió: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras acciones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis en envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:1-3).

¿Cuál debe ser la actitud del cristiano en relación a la guerra?

1. Buscar ser instrumento de la paz de Dios, orando y trabajando a favor de ella. “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).

“Exhorto ante todo a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-2).

2. Buscar agradar a Dios, entregándole su vida (véase Romanos 12:1-2) y, luego viviendo en obediencia a Su Palabra.

A medida que una persona descubre la voluntad de Dios para su vida, los asuntos de conciencia se van resolviendo con una percepción que sólo puede otorgar el Espíritu Santo.

3. Esforzarse en ser testigo de Cristo, con la meta de ganar a otros para El. La paz principia en el nivel personal y se adquiere cuando le permitimos a “aquel que es nuestra paz” que controle nuestra vida (véase Efesios 2:14). No habrá paz en la tierra hasta que el Príncipe de Paz, nuestro Señor Jesucristo, vuelva a establecerla. Debemos esforzarnos en llevar el evangelio a todas las naciones, en espera de su regreso (véase Hechos 1:8).

4. Si una persona se ve obligada a tomar las armas, debe hacerlo en una entrega renovada a Cristo, confiando en que El lo guardará de peligros y daños, así como también de las tentaciones y los pecados a los que se enfrenta el soldado. Trate de honrar a Cristo en cualquier situación.

Estrategia de asesoramiento:

1. La persona interesada en este tema debe saber que no es la única que tiene inquietudes respecto a la guerra; cualquier cristiano escrupuloso las tiene también. Hágala saber que le agrada poder compartir con ella sus propios pensamientos. A veces, es mucho mejor admitir desde el principio que no está preparado para analizar la guerra filosóficamente. Sin embargo, puede decirle que está convencido de que Dios es justo y no busca el dolor y el sufrimiento del hombre, porque Dios es amor. La demostración más grande del amor de Dios es que envió a Su Hijo a morir por nuestros pecados. El Señor tiene un plan para la vida de cada ser humano, incluso la de su interlocutor. Quiere compartir Su vida, Su amor y Su paz con cada uno de nosotros. ¿Se ha entregado su interlocutor a Cristo Jesús, recibiéndolo como su Señor y Salvador personal? Si es pertinente comparta con él las Cuatro leyes espirituales.

Señálenle que, si está dispuesto a entregarle su existencia a Cristo adquirirá sabiduría y perspectiva concerniente a esta preocupación sobre la guerra y su participación personal en ella. En realidad, la conciencia humana sólo es confiable cuando la guía el Espíritu Santo que ha entrado a habitar en la persona que recibe a Cristo como su Salvador (1 Corintios 6:19-20).

2. Asegúrenle a la persona que comparten con ella sus inquietudes y que les agrada la oportunidad de conversar y explicarle lo que piensan al respecto.

No obstante, convendrá que le pidan que, por un momento, deje a un lado su preocupación por la guerra, para regresar más tarde a este tema. Lo que ahora desea preguntarle es la cuestión más importante a la que se enfrentará en toda su vida. Su interlocutor tiene un valor incalculable y Dios está preocupado por él, porque tiene un plan que puede llevarlo a desarrollar una vida de calidad más elevada que lo que jamás soñó. La cuestión vital es: ¿ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal? Si viene al caso, compartan con esa persona Las Cuatro leyes espirituales.

3. Otro interlocutor puede hacerle la siguiente pregunta: ¿Cree usted es un Dios que permite la guerra cuando ésta genera tantos sufrimientos, destrucción y muertes prematuras en seres humanos?

Considere lo siguiente:

A. La guerra es sólo una faceta del grave problema de la maldad que ha asolado a la humanidad desde los primeros tiempos. Es preciso reconocer que hay tanta maldad en la guerra como en el caso de un asesinato. Esta misma maldad trató de destruir al hombre más grande que ha existido, clavándolo en una cruz.

B. El problema se reduce realmente a una cuestión de opciones morales de las que somos responsables. Dios deseaba un mundo basado en valores morales, de modo que tuvo que crear una sociedad que pudiera responder a las opciones morales.

Al enfrentarse a la opción moral de vivir egoísta o no egoístamente, la gente toma a menudo las decisiones equivocadas. Estamos en libertad de escoger; pero no podemos escapar a las consecuencias de nuestras malas decisiones morales. La guerra es una opción errónea.

C. La guerra es el fruto del pecado. Como no tenemos Su ley y no la obedecemos, nos vemos enfrentados a las consecuencias de nuestra desobediencia. Podemos escoger obedecerle, confiando en El no sólo como nuestro Salvador, sino también como nuestro Señor. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna”” (Juan 3:16).

4. Tal vez otra persona le haga la siguiente pregunta: ¿Por qué no podemos rehusar armarnos o participar en las guerras? (Sin ejército, no hay necesidad de defenderse).

Reduzcamos el problema a un nivel muy práctico en la comunidad en que vivimos. ¿Estaría esa persona dispuesta a dejar cerrar con llave las puertas de su casa o departamento, o bien, de su automóvil? Es evidente que todas las sociedades deben protegerse a sí mismas, sus familias, y sus propiedades, si desean conservar su seguridad. ¡Cuánta mayor razón tienen las naciones enteras para ello, en vista de las filosofías y culturas conflictivas que poseen! No vivimos en un mundo ideal, sino más bien, en un mundo dominado por deseos pecaminosos y egoístas. Jesús afirmó: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 19:19). Aplicado esto a un nivel internacional, significará proteger la vida, la familia, el hogar y las propiedades de los demás, tanto como las nuestras propias.

Citas bíblicas:

Profecías sobre la guerra:

“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que nos os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”. (Mateo 24:6)

“Y juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor; ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4)

Sumisión a la autoridad:

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. (Romanos 13:1-2)

“Por causa del Señor, someteos a toda institución humana, ya sea al rey como a superior, y a los gobernadores como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien”. (1 Pedro 2:13-14)

La causa de la guerra:

“De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites". (Santiago 4:1-3).

miércoles, 23 de junio de 2010

Los dones del Espíritu Santo

El cristiano verdaderamente consagrado querrá apropiarse de todo lo que Dios tiene en reserva para su vida. Hemos recibido la gracia de Dios por medio de la Persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, debemos permanecer abiertos para recibir los dones del Espíritu Santo. “Procurad, pues, los dones mejores” (1 Corintios 12:31)

Sin embargo, es preciso que tengamos cuidado de no ser presuntuosos al reclamar cualquier don para nosotros. En lugar de ello, debemos confiar en la soberanía del Espíritu Santo para que le dé “a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11). Muchas personas pretenden poseer ciertos dones; pero su vida y su ministerio no dan pruebas de ello. No se debe considerar que los dones espirituales hacen a algún creyente o grupo de creyentes más santo o espiritualmente más avanzado que otro.

El orgullo espiritual puede anular la eficacia de cualquier don.

Evidentemente, algunos cristianos poseen los dones más manifiestos, tales como el de la predicación, la enseñanza o el evangelismo. Esto no quiere decir que son “supercristianos”. Simplemente están aplicando los dones que les dio Dios. El cristiano que ejercita el don más calmado de la fe es igualmente importante para Dios y para la edificación del cuerpo de Cristo. En ninguna parte de las Escrituras se nos dice que debamos buscar los mismos dones. No todos son iguales; pero todos tienen la misma finalidad: deben aplicarse a la obtención de la unificación y la edificación del cuerpo, la iglesia (Efesios 4:12-16)

Dos porciones de las Escrituras enumeran los dones del Espíritu Santo:

“Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, profecía; u otro, discernimiento de espíritus; a otros, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y le mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como quiere” (1 Corintios 12:8-11).

“Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12)

Nota: Billy Graham: “Esos dones nos llegan del Espíritu Santo, que escoge a quienes van a obtenerlos, y los reparte como quiere. Aunque somos responsables del modo en que utilicemos los dones que hayamos recibido, no somos responsables de los dones que no poseamos. Ni debemos codiciar lo que tenga otra persona ni tenerle envidia. Podemos desear tener ciertos dones e incluso pedirlos; pero si no responden a la voluntad del Espíritu Santo, no obtendremos lo que pidamos. Y si no estamos satisfechos debido a que el Espíritu Santo no nos da los dones que deseamos, estaremos pecando”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Permanezcan dentro de los lineamientos que se presentaron al comienzo de este tema cuando den asesoramiento en lo que se refiere a los dones del Espíritu Santo. Es fácil dejarse llevar por alguien que considere que los dones son algo que nunca han sido ni serán.

2. Afirmen con toda claridad que una persona debe haber nacido de nuevo en Cristo para poder apropiarse de los dones del Espíritu Santo. A diferencia de lo que muchos pretenden, no se puede invertir este orden de las cosas. Pregúntenle a su interlocutor si ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador. Si no es así, explíquenle las Cuatro leyes espirituales.

3. Si su interlocutor es un creyente que está buscando sinceramente la plenitud del Espíritu Santo y la identificación de algún don, aconséjenle que dedique tiempo a un estudio prolongado y cuidadoso de las Escrituras que se ocupan de los dones, incluso el libro de los Hechos y las epístolas de Pablo, donde podemos ver los dones en acción. A ese estudio debe acompañar la oración sincera y fervorosa, porque así el que busca obtendrá discernimiento y sabiduría para alejarse de los excesos.

4. Aconséjenle que no se deje afectar demasiado por personas o grupos que insistan en algún tipo de método estandarizado para recibir o ejercer algún don o que pretendan que todos los creyentes deben poseer ciertos dones. Cada uno debe confiar en que el Espíritu Santo distribuirá Sus dones como lo desee (véase Juan 3:8 y 1 Corintios 12:11)

Nota: Uno de los comentarios de Billy Graham ayuda a poner esto en perspectiva: “Creo que una persona llena del Espíritu Santo –que se someta constantemente al Señorío de Cristo- llegará a descubrir sus dones con bastante facilidad. Querrá que Dios le guíe en su vida, y esa es la clase de persona que Dios está dispuesto a bendecir, mostrándole los dones que le ha conferido el Espíritu Santo”.

5. Indíquenle que junto a los dones del Espíritu Santo, debemos tratar de demostrar siempre los frutos del Espíritu. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Los frutos y los dones deben permanecer unidos. Se nos conoce por nuestros frutos (Mateo:7:16)

6. Oren con su interlocutor para que tenga una demostración de los frutos del Espíritu Santo en su vida, y para que pueda servir con mayor eficacia al cuerpo de Cristo y al mundo, utilizando algún don que haya recibido según la voluntad soberana del Espíritu de Dios.

Citas bíblicas:

Estudien 1 Corintios 13 en relación con otras porciones de las Escrituras para obtener una buena perspectiva sobre los dones del Espíritu Santo.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10)

domingo, 20 de junio de 2010

Los frutos del Espíritu Santo

El estar lleno del Espíritu Santo, incluye dos aspectos: las pruebas de frutos del Espíritu Santo y Sus dones.

La plenitud del Espíritu Santo en su vida. El patrón de vida del Nuevo Testatmento se establece en Mateo 7:16: “Por sus frutos los conoceréis”. La primera evidencia de estar lleno del Espíritu Santo es llevar una vida piadosa. Dios quiere cristianos maduros, que demuestran tener los frutos del Espíritu Santo de conformidad con lo que se nos dice en Gálatas 5:22-23: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.

Nota: “Los frutos del Espíritu Santo son lo que Dios espera ver en nuestras vidas”, dijo Billy Graham. “A diferencia de los dones del Espíritu, Sus frutos no se dividen entre los creyentes. En lugar de ello, TODOS los cristianos deben distinguirse por tener todos los frutos del Espíritu Santo. En la forma más sencilla posible, la Biblia nos indica que necesitamos al Espíritu para que dé frutos en nuestra vida, porque no podemos producir nada santo apartados del Espíritu. En nuestro propio interior estamos llenos de toda clase de deseos egocéntricos y egoístas que se oponen a la voluntad de Dios para nuestra vida”.

En la práctica, ¿cómo comenzamos a desarrollar estos frutos del Espíritu Santo en nuestra vida?

Debemos entregarnos conscientemente al Espíritu Santo de conformidad con lo que dice en 1 Corintios 6:19-20 y Romanos 12:1-2. Pregúntese usted mismo, ¿se ha dado cuenta alguna vez de que es de Dios y que su cuerpo es verdaderamente la morada del Espíritu Santo? ¿Le ha ofrecido alguna vez su cuerpo (su vida) a Dios tal y como se exige en Romanos 12:1?

A continuación, debemos considerar que hemos muerto al pecado; pero estamos vivos en Cristo (Romanos 6:11). En Gálatas 2:20, Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Estamos muertos al pecado, en el sentido de que este último ya no nos controla /véase Romanos 6:12-13).

Luego, decidimos, con fe, entregarnos al Señorío de Jesucristo. Esto sucede gradualmente, a medida que logramos controlar nuestra mente. Nuestros actos responden al control que tiene el Espíritu de nuestros pensamientos. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Trabajamos sobre uno de los “frutos” cada vez, orando con fe y confiando en que Dios nos dará el amor, el gozo, la paz y la paciencia que se mencionan en Gálatas 5:22 y 23, para que esas características sean una realidad en nuestra vida.

Estrategia de asesoramiento:

1. Si su interlocutor se muestra preocupado porque desea los frutos del Espíritu Santo en su vida, pueden ver con él parte de lo que se presenta al comienzo de este tema.

2. Algunas veces, las preguntas revelan el punto de enfoque que se requiere. Pregúntenle:

“¿Está consciente de alguna falta de disciplina personal en usted?”

“¿Rompió sus relaciones con alguna otra persona y necesita reanudarlas?”

“¿Permanece conscientemente en Cristo?”

“¿Está leyendo y estudiando diariamente la Biblia?”

“¿Está orando respecto a su relación con Cristo, pidiéndole que desarrolle en usted los frutos del Espíritu Santo?”

3. Oren con su interlocutor, pidiendo que tenga la plenitud del Espíritu Santo, para que Sus frutos aparezcan en su vida.

Citas bíblicas:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2)

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo y morada del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros cuerpos? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).

“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia” (Romanos 6:11-13).

Gálatas 5:22-23

sábado, 19 de junio de 2010

El Espíritu Santo

Un cristiano nunca puede estar “completo” o maduro sin un conocimiento completo de la Persona y la obra del Espíritu Santo. Es siempre la sensación de necesidad e insuficiencia la que nos hace tratar de obtener este conocimiento.

El Espíritu Santo es una de las tres Personas de la Trinidad. Es igual en posición y poder, con todos los aspectos esenciales de la divinidad. Comparte todos los atributos de Dios: es eterno, sin principio ni fin (hebreos 9:14); omnipotente, poseedor de todo poder (Lucas 1:35); omnipresente, presente en todas partes al mismo tiempo (Salmo 139:7) y omnisciente, o sea, que lo sabe todo (1 Corintios 2:10-11).

Posee todas las características de la personalidad. El Espíritu Santo no es una cosa (véase Romanos 8:16 y 26).

El Espíritu Santo tiene intelecto, emociones y voluntad. Habla (Hechos 13:2), intercede (Hechos 16:6-7), asigna (Hechos 20:28), guía (Romanos 8:14), redarguye y convence de pecado (Juan 16:8). Se le puede mentir y probar (Hechos 5:3,4,9), resistir (Hechos 7:51), afligir (Efesios 4:30) y blasfemar (Mateo 12:31).

Todos los cristianos debemos entender nuestra propia relación con el Espíritu Santo.

*Los que se ha realizado:

Hemos nacido del Espíritu Santo (Juan 2:6,8).

Dios nos ha dado el Espíritu Santo (Juan 14:6; 16:7).

Somos bautizados por el Espíritu (1 Corintios 12:13).

Somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20)

Hemos sido sellados por el Espíritu Santo (Efesios 1:13).

*Lo que es potencialmente real:

Todos los cristianos tienen el Espíritu Santo; pero no todos están llenos del Espíritu Santo. Debemos desear esta plenitud, porque Dios nos ordena: “Sed llenos del Espíritu Santo” (Efesios 5:18).

Nota: Billy Graham escribió: “Creo que la Biblia enseña que hay un bautismo en el Espíritu Santo –cuando acudimos por fe a Cristo. La Biblia enseña que hay muchos momentos en los que el Espíritu Santo nos llena- de hecho, debemos estar constantemente llenos del Espíritu Santo. Un bautismo, muchas experiencias de plenitud. Cuando estamos llenos del Espíritu, no se trata de que le pertenezcamos más, como si Su obra fuera cuantitativa. No se trata de qué cantidad del Espíritu tenemos, sino de cuánto tiene el Espíritu de nosotros… Conforme vamos entendiendo mejor el señorío de Cristo, nos rendimos cada vez más a El. Así, al buscar la plenitud del Espíritu Santo, recibimos y gozamos Su presencia que nos llena y Su plenitud cada vez más”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Si les hacen alguna pregunta sobre el Espíritu Santo, traten de dar una respuesta a partir de los temas que se mencionaron al comienzo de este tema.

2. Si les hacen preguntas o expresan un deseo sobre la plenitud del Espíritu Santo, compartan los puntos que siguen:

A. Es preciso entender que Dios nos dio Su Espíritu Santo y que mora en nosotros. Tome en cuenta las citas bíblicas que se mencionaron anteriormente.

B. Debemos comprender que Dios nos ordena que debemos estar llenos del Espíritu Santo (Efesios 5:18).

C. Tenemos que entender que antes de que podamos recibir Su plenitud, debemos resolver sinceramente todos los pecados conocidos de nuestra vida. Esto implica arrepentimiento y confesión a Dios.

D. Entregamos sincera y completamente el control de nuestra vida al Señor, como acto definitivo de consagración. Renunciamos a nuestra propia voluntad y, por encima de todo, tratamos de someternos en todo a Cristo, como nuestro Señor, con el fin de tener Su dirección en todos los aspectos de nuestra vida. Esta obediencia requiere una entrega diaria a Dios, para poder aprender los secretos del camino de la fe.

Cuando nos hemos entregado a Dios y Su voluntad, estamos llenos del Espíritu Santo. Ahora debemos actuar de conformidad con esta verdad, y vivir nuestra vida con una seguridad absoluta de que Dios nos ha llenado ya y que nos encontramos bajo Su control.

3. Oren con el interlocutor sobre la aplicación de estas verdades a su vida y para que pueda estar lleno del Espíritu Santo.

Citas Bíblicas:

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. (Juan 14:16,17).

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en samaria y hasta lo último de la tierra”. (Hechos 1:8).

“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:7-11).

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13)

Juan 3:6-8

Juan 16:13-14

1 Corintios 6:19-20

Efesios 1:13

Romanos 8:14-16