El concepto bíblico de la sanidad significa mucho más que el alivio de un conjunto de síntomas físicos. Implica plenitud del cuerpo y el espíritu.
Jesús le preguntó al hombre de Juan 5:6: “¿Quieres ser sano?”
Muchas enfermedades son el resultado del modo de vida y las actitudes del individuo.
*Muchos científicos médicos sostienen que gran parte de nuestros males se deben a causas emocionales: tensiones, temores, tristeza, envidia, resentimiento, odio, etc. Los dolores y los problemas físicos pueden ser muy reales; pero sus causas están enraizadas en las emociones.
*El fumador de toda la vida puede desarrollar diversos males tales como enfisema, cáncer, hipertensión sanguínea, etc., que afectan la boca, la garganta, el esófago, los pulmones y el corazón.
*El consumo de bebidas alcohólicas puede tener consecuencias devastadoras, tanto emocionales como físicas. Muchas de ellas son irreversibles, debido a un conducto digestivo ulcerado, el hígado destruido o el cerebro dañado.
*El comer en exceso o la desnutrición, durante períodos prolongados provocarán también problemas de salud.
Sin embargo, muchas enfermedades no se deben a los abusos, la disipación o los problemas emocionales. ¡Muchas personas están simplemente enfermas! Refiriéndose al hombre que había nacido ciego, Jesús dijo: “No es que pecó éste ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3). Acordémonos de los que nacen con defectos o males genéticos, las víctimas de accidentes, los heridos o muertos que se deben a los descuidos o la falta de prudencia de otros, las infecciones y las enfermedades virales, etc.
Señalamos todo lo anterior con el fin de recalcar que hay varias formas de abordar el problema de la enfermedad. Vamos a ocuparnos de tres de ellas:
Dios sana mediante el nuevo nacimiento:
Cuando una persona se convierte en “nueva criatura” en Cristo (2 Corintios 5:17), descubre que Jesús puede satisfacer todas las necesidades. Muchos han dado testimonio de que, cuando enderezaron todas las cosas espiritualmente y comenzaron a vivir dentro de la perspectiva correcta y en relación con Dios, sus males desaparecieron. El escritor de himnos William B. Bradbury se refirió a esta nueva perspectiva.
“A pesar de que soy pobre, desvalido y ciego; la vista, las riquezas y la salud mental, todo lo que necesito, encuentro en Ti, Oh, Cordero de Dios, voy a Ti”.
Dios sana mediante la confesión del pecado:
Muchos cristianos llevan vidas miserables, débiles y, con frecuencia, enfermizas, debido a su desobediencia y sus pecados no confesados. Esas personas podrían recuperarse totalmente si se enfrentaran a su pecado. El salmista dijo: “El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias…” (Salmo 103:3-4)
Dios sana mediante intervenciones milagrosas que se conforman a Su voluntad soberana y Sus propósitos:
La Biblia contiene muchos ejemplos de esto. También tenemos pruebas de esos milagros en nuestros días. Sin embargo, Dios no cura a todos los que se lo piden o por los que oran por otros. “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10:34); pero cura a unos y a otros no, con una divina selectividad que refleja Su propia sabiduría eterna y Su divina voluntad. “Así son mis caminos más altos que vuestros caminos” (Isaías 55:8). Esta selectividad divina puede apreciarse en el ejemplo de Pablo que oró durante mucho tiempo para que le fuera quitada una aflicción (2 Corintios 12:8-10). Dios no curó a Pablo. ¡Le proporcionó gracia y fortaleza – no para que Pablo pudiera soportarlo, sino para que aprendiera a tener gozo y a gloriarse de su absoluta dependencia del Señor! Dios está tratando de enseñarles a los Suyos que en tods las circunstancias debemos aprender que “la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). La voluntad y los caminos gloriosos de Dios se pusieron de manifiesto en la vida de Pablo, cuando aprendió que “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).
No obstante, nada de esto debe hacernos desistir de orar con fe por los enfermos o por cualquier otra cosa. Dios puede responder a nuestras oraciones de fe de modos que nos asombrarán. “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17) es Su mandato. El consejero debe tener cuidado para no dar la idea de una curación física garantizada, como resultado de sus oraciones.
Estrategia de asesoramiento:
1. Asegúrenle a su interlocutor que Dios le ama y puede satisfacer sus necesidades. Indíquenle que se sienten felices de poder compartir su fe y sus oraciones con él.
Nota: Algunas personas, al hablar de sus males, tienden a hablar sin cesar. El consejero deberá demostrarles simparía e interés; pero, en el momento oportuno, tendrá que tomar el control de la conversación.
2. Después de que su interlocutor les haya explicado su problema, infórmenle que les encantaría hablar con él de ese tema; pero que, antes, les gustaría hacerle una pregunta muy importante que se relaciona directamente con su asunto. ¿Ha recibido alguna vez a Jesucristo como su Señor y Salvador personal? Si es apropiado, explíquenle las “Cuatro leyes Espirituales”.
3. Luego, vuelvan a llevar la conversación hacia el problema emocional o físico. ¿Se debe quizá a hábitos o excesos? Ayuden a esa persona a comprender que esas cosas, si las está experimentando, pueden relacionarse directamente con sus problemas. Anímenle a que confíe en Dios, con el fin de poner su modo de vida bajo el control de la voluntad del Señor.
4. Oren con él para que obtenga la victoria sobre los excesos que contribuyan a sus dificultades, así como también para que recupere completamente su salud.
5. Si su interlocutor es cristiano, traten de determinar si su mal se relaciona e alguna forma con la falta de armonía de su vida con la voluntad y el plan de Dios. Pregúntenle con amabilidad si tiene ira, amargura, resentimiento o algún otro pecado no confesado. Hagan hincapié en 1 Juan 1:9 y 2:1.
Animen a esa persona a que viva en comunión con Cristo, tratando siempre de darle gloria (1 Corintios 10:31). Después de esto, oren fielmente y con fe, pidiendo la sanidad, de conformidad con Mateo 18:19.
6. Si su interlocutor es un cristiano que considera que ha estado siguiendo la voluntad de Dios, inicien inmediatamente su oración, recurriendo a las promesas de Dios para las oraciones de fe.
7. Después de su manejo de cualquiera de los casos anteriores, háblenle siempre a esa persona sobre la paz y la plenitud que se obtienen cuando aprendemos a depender de la Palabra de Dios y la oración, que proporcionarán el mayor ánimo frente a las enfermedades y la adversidad.
8. Aconséjenle que asista al Centro Cristiano de Los Teques, donde se enseña la Palabra de Dios. El compañerismo, la atención y las oraciones del pueblo de Dios tienen un gran poder. El estar involucrado dentro de alguna célula y pertenecer a un ministerio va a ser de gran ayuda para él.
Citas bíblicas:
“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración… ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará, y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:13-16)
“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:6).
“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18).
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:7-9)
“Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren , les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19)