viernes, 25 de marzo de 2011

La paciencia


La paciencia es una cualidad admirable en la vida que pocas personas parecen poseer, incluso los cristianos. Según la palabra de Dios, nuestra vida se debe caracterizar por la paciencia, porque es importante para desarrollar el carácter maduro y estable que el Señor desea que se produzca en Su pueblo. “El amor es sufrido, es benigno… no se irrita” (1 Corintios 13:4,5)

La paciencia es la capacidad de absorber problemas y tensiones sin quejarse, y no verse afectado por los obstáculos, los retrasos y los fracasos. Dios permite que tengamos dificultades, inconvenientes, pruebas e incluso sufrimientos, con un fin específico: nos ayudan a desarrollar la actitud apropiada para que crezca nuestra paciencia. Cuando el cristiano ve que esas pruebas se resuelven en su provecho, permitiéndole alcanzar resultados convenientes y de refuerzo para su carácter, se prepara el escenario para el desarrollo de un espíritu paciente. A continuación, el Espíritu Santo de Dios podrá desarrollar el fruto de la paciencia en su vida. “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia…” (Gálatas 5:22).

Nota: Sobre la falta de paciencia que caracteriza a nuestra generación, Billy Graham comentó lo que sigue: “esta es una época altiva, neurótica y llena de impaciencia. Nos apresuramos cuando no hay necesidad –sólo por apresurarnos. Esta época acelerada ha producido más problemas y menos moralidad que las generaciones anteriores, y nos ha provocado males nerviosos. La impaciencia ha producido una secuela de hogares destruidos, úlceras, etc., y ha preparándola escena para más guerras mundiales”.

Un poco de introspección y análisis de la impaciencia por nuestra parte puede ser conveniente y útil. ¿Qué me hace ser impaciente?

· ¿Soy inmaduro? ¿Soy quisquilloso?

“Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal” (Hebreos 5:14).

· ¿Soy egoísta, legalista o exigente? ¿Soy capaz de dejar margen para las equivocaciones y las imperfecciones de los demás, recordando que Dios está actuando también sobre ellos?

“… Que seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14-15).

· ¿Me irrito con facilidad “porque alguien se está saliendo con la suya”?

“No te impacientes a causa de los malignos” (Salmo 37:1)

· ¿Soy envidioso o celoso?

“Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados” (Santiago 5:8-9)

· ¿Soy materialista? ¿Estoy dominado por el espíritu de este mundo?

Sí, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Colosenses 3:1)

· ¿He superado realmente la “mentalidad secular”?

“… pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11).

· ¿Estoy siendo insensible a los esfuerzos de Dios para ocuparse de mí, permitiendo que sufra circunstancias adversas, irritaciones y tensiones, con el fin de que, por medio de Su gracia, aprenda a trascender el yo y a crecer en amor y estatura espiritual?

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4).

Estrategia de asesoramiento:

1. Con tacto, pregúntenle a su interlocutor si ha recibido alguna vez a Jesucristo como su Señor y Salvador. Explíquenle las “Cuatro leyes espirituales”.

2. Traten la impaciencia como sigue:

A. Inviten a su interlocutor a que admita que tiene un problema. La impaciencia es un pecado y se debe superar.

B. Anímenle a identificar las áreas de su impaciencia y las circunstancias que provocan respuestas negativas.

C. Anímenle para que ore todos los días respecto a sus circunstancias.

1. Que confiese su impaciencia como pecado, pidiéndole perdón a Dios (1 Juan 1:9).

2. Pídanle a Dios que haga que esa persona sea sensible a esta esfera de fracaso y que le ayuda a controlarla.

D. Resuelvan esforzarse para superar el problema.

1. Puesto que las personas impacientes parecen estar dominadas por una actitud mental que les hace responder negativamente a las irritaciones, las tensiones y las provocaciones, el interlocutor debe estar dispuesto a permitirle a Dios actuar en él para que le dé paciencia.

Esa persona debe tomar la resolución de “llevar todos sus pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5) y hacer un pacto con Dios para convertirse en “triunfador”.

2. Puesto que la impaciencia es una característica de la “naturaleza vieja” o “adánica” (Colosenses 3:9-10), se debe poner en práctica el principio de “despojo” y “revestimiento”. La impaciencia es una respuesta que debemos “desaprender”. Pablo dice: “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente y que me lleva cautivo a la ley del pecado… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:23-25).

Así pues:

o Debo renunciar a mi impaciencia, “Despojarme” de ella.

o Me debo rendir un poco más cada día, al pedir el poder de Dios con fe, “despojo” + “revestimiento” (2 Timoteo 1:7, Gálatas 2:20).

o Luego, proclamaré la victoria del Señor, Su amor y Su paciencia, como frutos del Espíritu Santo, “revestimiento” (1 Corintios 13:4; Gálatas 5:22)

E. Recomiéndenle al interlocutor que le dé sus respuestas y lleve cuenta sus triunfos y derrotas.

F. Anímenle para que desarrolle la disciplina de lectura y estudio diario de la Biblia, el aprendizaje de memoria de versículos de las Escrituras y la oración.

G. Invítenle a que pueda asistir fielmente al CCLT, y allí haga compañerismo cristiano, que tengas, quizás, ideas similares a la suya, con el fin de tener oportunidad para estudiar la Palabra de Dios, y de esta forma puedan ayudarse mutuamente.

Citas bíblicas:

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor” (1 Corintios 13:4,5).

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. (Gálatas 5:22-23).

“…sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza…” (Romanos 5:3-5).

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

“Por tanto hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta” (Santiago 5:7-8).

“Guarda silencio ante Jehová y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades” (Salmo 37:7)

Colosenses 3:9-10

2 Pedro 1:5-9.

lunes, 7 de marzo de 2011

El infierno


Hay tres palabras griegas que se traducen como infierno en la Biblia en español:

Tartaros se encuentra una sola vez en las Escrituras. “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándoles al infierno los entregó a prisiones de obscuridad, para ser reservados al juicio…” (2 Pedro 2:4). Los ángeles que se mencionan aquí son los “que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada” (en rebelión) (Judas 6). Así pues, Tartaros (el infierno), es un lugar de confinamiento para los ángeles rebeldes hasta el momento de su juicio.

Hades se encuentra diez veces en el Nuevo Testamento: (Mateo 11:23; 16:18; Lucas 10:15; 16:23;hechos 2:17-31; Apocalipsis 1:18; 6:8; 20:13-14).

No es el destino final de quienes mueren habiendo rechazado a Cristo, sino un lugar de tormento hasta que resuciten para presentarse al juicio ante el gran trono blanco (véase Apocalipsis 20:13-15). El sufrimiento, aunque real, no es físico. El Hades es también un lugar de separación de Dios y del que no es posible escapar. “…Una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar para acá” (Lucas 16:26). Nota: el lugar imaginario de sufrimiento correctivo (el purgatorio) no tiene base bíblica en absoluto.

Gehena o Gehenna se traduce doce veces como infierno (Mateo 5:22,29,30; 10:28; 18:9; Marcos 9:43,45,47; Lucas 12:5; Santiago 3:6). Once de esas doce citas son de palabras pronunciadas por el mismo Jesús.

La gehena se refiere al valle de Hinón, un lugar en el que solían sacrificar antiguamente niños al dios Moloc (2 Crónicas 33:1-6). Situado fuera del muro meridional de Jerusalén, era un lugar cómodo para que los residentes arrojaran su basura. Incluso se tiraban en ese lugar cadáveres de animales y criminales. Este “basurero” de la ciudad era un lugar de descomposición y fuego continuo (Marcos 9:44), y lo utilizó Jesús para darnos enseñanzas sobre la residencia final de quienes lo rechacen como Salvador.

La gehena se menciona también como lago de fuego. “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). No habrá apelación después de que se pronuncie la sentencia en el juicio ante el gran trono blanco. Todos los que hayan rechazado a Cristo estarán presentes. “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos… Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda” (Apocalipsis 20:13-15).

Nota: Billy Graham escribió: “Por tremendo y literal que pueda ser o no ser el fuego del infierno, la sed de un alma perdida por el Agua de Vida será más dolorosa que el fuego de perdición. El infierno es esencial y básicamente la exclusión de la presencia de Dios por el rechazo deliberado de Jesucristo como Señor y Salvador”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Si el interlocutor teme al infierno y la posibilidad de ir a él, anímenle para que tenga la seguridad de su salvación eterna. Explíquenle las Cuatro leyes espirituales. En Cristo, no necesita temerle al infierno. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).

2. Si el interlocutor niega la existencia del infierno, compartan con él los temas que aquí se exponen.

3. Si su interlocutor acusa a Dios de ser injusto al condenar a las personas al infierno, indíquenle que “el fuego eterno”, según lo que dice en Mateo 25:41, fue preparado para el diablo y sus ángeles, no para la humanidad. Si una persona va al infierno, será por su pecado voluntario al rechazar a Jesucristo como Señor y Salvador (véase Juan 3:16-18 y Juan 5:24).

Indíquenle que Dios le perdonará y salvará si recibe a Jesucristo. Compartan las Cuatro leyes espirituales.

4. Si el interlocutor acusa a Dios de ser injusto por condenar a los que nunca tuvieron la oportunidad de escuchar el evangelio, recuérdenle que Dios no condena a nadie al infierno (véase lo anterior).

¡En el caso de quienes nunca han oído el mensaje del evangelio, debemos confiar en la justicia de Dios! Podemos estar seguros de que será justo y misericordioso. Hay recompensas que se darán, en distintos niveles, en el juicio presidido por Cristo. Podemos suponer también que habrá distintos niveles de responsabilidad para quienes se hayan visto privados del evangelio.

Citas bíblicas:

“Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy” (Mateo 11:23)

“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18)

“Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida”. (Lucas 10:15)

“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, suelto los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono.Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción" (Hechos 2:17-31)

"Pero os enseñaré a quién debéis temer. Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar al infierno, si os digo, a éste temed" (Lucas 12:5)