lunes, 26 de septiembre de 2011

Siete preguntas comunes

1. ¿Qué les sucederá a los paganos?


“¿Qué les pasará a las personas que nunca oyeron hablar de Cristo Jesús? ¿Serán condenadas al infierno?” Hay cosas que sólo Dios sabe (Deuteronomio 29:29). Hay muchos aspectos del plan de Dios que no nos ha revelado a nosotros, y este es uno de ellos. Las Escrituras ofrecen algunos puntos muy claros que debemos tener en cuenta.


a. Dios es justo. Lo que Dios haga con los que nunca oyeron hablar de Cristo será justo.


b. Ninguna persona se condenará por rechazar al Cristo de quien nunca oyó hablar, sino que se condenará por violar sus propias normas morales, ya sean elevadas o bajas. El mundo entero, es decir, todas las personas, hayan escuchado o no lo relativo a los Diez Mandamientos, son pecadoras. En Romanos 2 se nos aclara nítidamente que cada persona tiene una norma de algún tipo y que cada cultura, la gente viola conscientemente las normas morales que haya elegido para sí (Romanos 2:12-16)


c. Las Sagradas Escrituras especifican que todo ser humano tiene la suficiente información de la creación para saber que Dios existe (Romanos 1:20). “De modo que no tienen excusa”. El Salmo 19 confirma esta verdad. En Mateo 7:11 y Jeremías 29:13 se afirma que si alguien responde a la luz que tiene y busca a Dios, el Señor le dará la oportunidad de oír la verdad respecto a Jesucristo.


d. En la Biblia no hay indicación alguna de que una persona pueda salvarse si no es por mediación de Cristo Jesús (Juan 14:6). Sólo El pagó por nuestros pecados y constituye el único puente que cruza sobre el vacío que separa las obras humanas más elevadas posibles de las normas infinitamente santas de Dios (Hechos 4:12). Los que nos llamamos cristianos debemos esforzarnos porque el evangelio llegue a todos los seres posibles.


e. La Biblia es perfectamente clara en lo concerniente al juicio que espera al individuo que escuchó el evangelio. Al enfrentarse a Dios, el tema que tratará no será el de los paganos, sino que deberá rendir cuentas por lo que él hizo personalmente respecto a Cristo. Por lo común, la gente propone la cuestión de los paganos como una pantalla para evadir su propia responsabilidad individual. Es preciso que respondamos a sus inquietudes a este respecto; pero, al terminar la conversación, debemos enfocar nuestra atención en su situación personal y su propia responsabilidad. ¿Qué es lo que está haciendo con Cristo? Encontrará una exposición más amplia sobre la ley moral inherente del universo en la obra de C.S. Lewin, The Case For Christianity.



2. ¿Es Cristo el único camino para llegar a Dios?



Ni la sinceridad ni la intensidad de la fe son capaces de generar la verdad. La fe no es más válida que el objeto en que reposa. El tema real es la cuestión de la verdad. Por ejemplo, el islamismo y el cristianismo tienen reinos éticos y morales muy similares entre sí; pero las dos fes son diametralmente opuestas en lo relativo a ¿Quién es Cristo Jesús? El islamismo niega que Jesucristo sea el Hijo de Dios. Estas dos fes no pueden ser simultáneamente verdaderas en este punto. Una es correcta y la otra no. Si el punto crucial del cristianismo es falso, nuestra fe es vana.


Esta cuestión tiene aspectos emocionales. Los cristianos no se basan en fanatismos, prejuicios o presunciones cuando afirman que Cristo es el único camino para llegar a Dios. Para los cristianos, no existe ninguna otra opción, porque Cristo mismo así lo afirmó. Estamos hablando de la verdad que recibimos por revelación, por la intervención en la historia humana que Dios mismo tuvo a través de la encarnación de Jesucristo.


Algunas leyes y sus castigos se determinan de acuerdo con aspectos sociales. Por ejemplo, cuando las autoridades detienen a una persona por exceso de velocidad, debe pagar una multa. Sin embargo, en otros aspectos de la vida, por ejemplo en el reino de lo físico, encontramos leyes que no se determinan desde un punto de vista social. La ley de la gravedad es un buen ejemplo de esto. El reino de lo moral, al igual que en el físico, existen leyes que no se determinan desde una perspectiva social. Tenemos la capacidad de discernir estas leyes gracias a lo que Dios nos reveló sobre la ley inherente del universo. Una de estas leyes es que Cristo Jesús es el único camino para llegar a Dios.



3. ¿Por qué sufren los inocentes?



“Si Dios es tan bueno y poderoso, ¿por qué sufren los inocentes? Y he aquí debemos admitir nuestra ignorancia parcial. No tenemos una explicación completa sobre el origen y el problema del mal, porque Dios decidió revelarnos sólo una parte de ello. El Señor creó un universo perfecto y el hombre, debido a su libre albedrío, escogió desobedecer. El mal se introdujo en el universo debido a la desobediencia del hombre. A causa de esta desobediencia humana y el quebrantamiento de la ley de Dios, el mal se apoderó del universo.


Debemos estar conscientes de la presencia del mal en cada uno de nosotros. Si Dios ejecutara Su juicio por igual, ninguno de nosotros sobreviviría. Suponga que Dios decretara lo siguiente: “Esta noche, a medianoche, todo mal se suprimirá del universo”. ¿En dónde estaríamos a la una de la mañana siguiente?


Después de señalar el problema personal del hombre respecto al mal, debemos saber que Dios ha hecho todo lo necesario para resolverlo. Tomó parte en la historia humana en la persona del Señor Jesucristo, que murió para resolver este problema. Cada individuo que responde voluntariamente, recibe el don de Su amor, Su gracia y Su perdón en Cristo Jesús. C.S. Lewin observó que es inútil que estemos especulando respecto al problema del mal, que lo que debemos hacer es enfrentarnos a su realidad, y que la única solución para esta realidad es el Hijo de Dios, Jesucristo.



4. ¿Existen los milagros?



“¿Existen verdaderamente los milagros?” En esta era científica, ¿cómo puede una persona inteligente que observe el orden del universo, creer en los milagros?” El tema real, en este punto, es si existe Dios o no. Si Dios existe, entonces, los milagros son lógicos y no presentan contradicciones intelectuales. Por definición, Dios es todopoderoso, puede intervenir en el universo que creó, y en efecto, lo hace.


A fin de cuentas, se nos está preguntando: “¿cómo sé que Dios existe?” La historia registra muchos argumentos a favor de la existencia de Dios. No obstante, todos ellos tienen argumentos en contra y hay evidencias que parecen negarlos. Así, pues, se les considera meros indicios de una prueba concluyente de que Dios existe.


La indicación más poderosa de la existencia de Dios es Su participación en la historia del hombre. Yo sé que Dios existe, no debido a todos los argumentos filosóficos, sino porque se presentó en un momento dado en la historia del hombre en la persona de Jesucristo, y lo he conocido personalmente. Nuestra respuesta comienza con El. Sus credenciales corroboran Su afirmación. Por supuesto, la comprobación suprema es el hecho de que se levantó de los muertos. Al ayudar a los no cristianos a razonar sobre la base intelectual del cristianismo, nuestra mejor defensa es una buena ofensiva. Uno de los modos para estimular su razonamiento es preguntarle: “¿Cuál de las otras tres posibilidades sobre Cristo acepta como verdadera, ya que dice no creer que El era la verdad?” Hay sólo cuatro conclusiones posibles respecto a Cristo y Sus declaraciones. Era un mentiroso, un lunático o una leyenda, o bien, era la verdad.


a. Un mentiroso. La mayoría de la gente cree que Jesús fue un gran filósofo y maestro moral. El llamarle mentiroso sería una contradicción de conceptos.


b. Lunático. Tal vez pensaba que estaba haciendo el bien; pero sufría delirios de grandeza. El problema con esta conclusión es que los síntomas clínicos de la paranoia no se aplican a las características de personalidad que mostró Jesús. La serenidad y la compostura que mostró en todo momento no son características de quienes padecen perturbaciones paranoicas.


c. Una leyenda. Según esto, Jesús nunca hizo declaraciones propias, sino que se pusieron en sus labios por seguidores excesivamente fervorosos durante el tercer y el cuarto siglo. No obstante, la arqueología moderna hace que se tambalee esta teoría. Los descubrimientos recientes confirman que los documentos del Nuevo Testamento se escribieron en vida de los contemporáneos de Cristo Jesús. El desarrollo de una leyenda elaborada habría requerido un lapso de tiempo mucho mayor.


También necesitamos considerar con el interesado lo que significa el comprobar o no la existencia de Dios. Nunca podremos demostrarlo por medio de métodos científicos; pero eso no significa que nuestro caso esté perdido. El método científico como medio de verificación está limitado a aspectos mensurables de la realidad. Nadie puede medir el amor, el odio o la justicia. Sin embargo, existe una ciencia de la historia. Al determinar la información sobre el cristianismo y, sobre todo, las evidencias de la resurrección, encontramos que existe un caso sólido en el cual fundar nuestras convicciones.


Estos son algunos de los conceptos que debemos sugerirle a la persona que toma una posición esencialmente materialista, basándose en suposiciones racionalistas y que afirma que, puesto que no existe lo sobrenatural, los milagros son imposibles. Cuando alguien parte de esta presuposición, por abundante sean las pruebas que se tengan, no se le podrá convencer de la verdad. Si comienza negando la posibilidad de los milagros, ¿qué evidencias lo convencerían de que se produjo uno de ellos? Ninguna. Cristo resolvió esta cuestión en Lucas 16:28-31, y este principio se sigue aplicando en nuestra vida. Las evidencias relacionadas con la presencia terrenal de Dios en este planeta son base suficiente para nuestra fe. Cuando alguien se niega a aceptar estas pruebas, no hay ninguna evidencia posible que logre convencerla.


5. ¿No es cierto que la Biblia está llena de errores?



“¿Cómo reconcilian su fe con el hecho de que la Biblia está llena de errores?” La confiabilidad de las Sagradas Escrituras está siendo puesta en duda. En primer lugar, pregúntenle a esa persona a qué errores específicos se refiere. El 99 por ciento de las veces, la gente no puede recordar ninguno. Si la persona propone un problema específico y no se tiene la respuesta, no se asusten. Sonríanle amablemente y díganle: “No tengo la respuesta para eso; pero me dará mucho gusto investigarlo.” Si la persona no ha leído la Biblia esto es una indicación clara de su falta de sinceridad al ponerla en tela de juicio. No obstante, no hagan hincapié en este hecho y nunca se burlen de alguien que trate de discutir incluso lo ridículo, porque lo único que lograrán es acarrearle mala fama al evangelio.


En efecto, la Biblia contiene algunas contradicciones aparentes; pero una y otra vez, tales contradicciones se han resuelto gracias a los descubrimientos de la arqueología moderna. El doctor Nelson Glueck, un arqueólogo judío muy famoso, hace la siguiente declaración sorprendente: “Ningún descubrimiento arqueológico ha debatido jamás una cita bíblica”.


La evolución puede constituir un problema si conduce a una conclusión atea para alguien. La cuestión real, no obstante, no es la evolución, sino el enfrentarse a Cristo mismo. Pregunten: “¿A qué conclusiones llega, partiendo de su posición evolutiva, que el universo se produjo por casualidad? ¿O está afirmando que Dios creó el universo y lo hizo utilizando ciertos procesos evolutivos? Yo no estoy convencido de esta posición específica, pero supongamos por un momento que es la correcta. ¿A qué conclusión llega entonces?” A partir de este punto, encaucen su atención en lo que hizo y dijo Cristo. La forma en que Dios creó el universo no es tan importante como el hecho de que lo creó. La premisa supuesta, y no las evidencias reales, es lo que a menudo determina la conclusión a la que llega. Se puede formular un caso aparentemente bien estructurado en favor de la posición naturalista si se hace caso omiso de la evidencia que existe sobre Cristo Jesús; pero si la persona desea ser intelectualmente sincera, deberá resolver algo respecto al Señor. Hay una cantidad asombrosa de no cristianos pensantes que nunca han meditado realmente en las pruebas que existen sobre Jesucristo.



6. ¿No es la experiencia cristiana una simple cuestión psicológica?



Algunos sugieren que tenemos fe sólo porque nos han condicionado a ellos desde la más tierna infancia. Según ellos, nos criaron como a los perros de Pavlov, lo que constituye una simplificación excesiva. Hay cristianos que se han convertido de las procedencias más variadas imaginables. Miles de ellos no tuvieron ningún contacto con el cristianismo en su infancia y, sin embargo, cada uno dará un testimonio del encuentro personal que tuvo con Cristo y que transformó su vida entera. El único factor constante en todo esto es el Señor mismo.


Otros afirman que los ideales espirituales son esencialmente una simple satisfacción de deseos o sueños. En su opinión, se atribuyen a la necesidad que siente una persona de un Dios, creando una imagen en su mente y, luego, adorando la proyección mental. La realidad objetiva es completamente inexistente. Se ha dicho que la religión es una muleta para las personas que no pueden seguir el camino de la vida de otra manera. También se dice que las personas religiosas se autohipnotizan.


¿Cuál es la evidencia objetiva respecto a nuestras experiencias subjetivas?


El cristianismo difiere de la autohipnosis, la realización de sueños y otros fenómenos psicológicos y la experiencia subjetiva cristiana se basa firmemente en un hecho histórico y objetivo, a saber, la resurrección de Cristo de entre los muertos.


Si la resurrección es real, esto marca la diferencia absoluta. Es decir, se convierte en la confirmación de la revelación de Dios a través de Cristo, lo que es una verdad absoluta y una realidad histórica independiente de nosotros mismos, un hecho objetivo con el que se vincula experiencia subjetiva. Es preciso que mantengamos estas dos realidades, lo objetivo y lo subjetivo, en una perspectiva correcta. Necesito reconocer que mi experiencia se basa en el fundamento sólido de un hecho objetivo incontrovertible de la historia.



7. ¿No es posible llegar al cielo, llevando una buena vida moral?



Un estudiante de la Universidad Duke dijo: “Si Dios da calificaciones sin ser extremadamente severo, creo que pasaré”. La mayoría de la gente acepta la filosofía de que lo único que necesitamos es tratar de hacer lo mejor posible y todo irá bien, cuando menos, que no les irá peor que a los demás. Esto entraña un optimismo increíble respecto a la rectitud del hombre y una ignorancia atroz respecto a la santidad infinita de Dios. Dios no califica sin severidad. Posee un estándar absoluto que es Jesucristo. La luz destruye la oscuridad y el carácter de Jehová resplandece de tal manera que en su pureza se consume todo mal. En la presencia de Dios seríamos consumidos debido a la corrupción de nuestra vida. La rectitud perfecta de Cristo es la única base de la que podemos partir para establecer un compañerismo con el Dios viviente.


La moralidad no es la respuesta. Todo resulta vano, desde el vago de los barrios bajos, pasando por el universitario y hasta el hombre más increíblemente moral. Nadie es capaz de correr la carrera completa. Todos nos quedamos en el camino. Ni las instrucciones más sabias pueden ayudar. Necesitamos a alguien que nos conduzca hasta la meta y es ahí donde entra Cristo.


Si puede llevar una vida absolutamente perfecta, podrá llegar al cielo por méritos propios; pero hasta ahora nadie lo ha logrado, ni lo logrará jamás. Todas las demás religiones del mundo son esencialmente conjunto de reglas a seguir, códigos de éticas sugeridos para llevar un patrón de vida maravilloso. No obstante, el problema básico del hombre no es saber cómo debe vivir, sino la falta de poder para vivir como debiera hacerlo. Las buenas nuevas son que Cristo Jesús, quien apareció en un momento dado de la historia del hombre, hizo por nosotros lo que nos resultaba imposible realizar. A través de El podemos reconciliarnos con Dios, gracias a su justicia, y nos ha permitido con ello tener compañerismo con Dios y estar en Su misma presencia.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El perdón

Una de las palabras más bellas del vocabulario de los seres humanos es la del perdón. Si todos aprendiéramos lo que significa esta palabra, se evitarían muchos dolores y muchas consecuencias desgraciadas. El dulce salmista de Israel nos comunicó parte de la emoción que experimentó personalmente después de pedirle a Dios: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:2). “Bienaventurado el hombre cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmo 32:1,2). De un plumazo, el perdón cancela el pasado y nos permite comenzar de nuevo.


Nota de Billy Graham: “El perdón de Dios no es una frase casual; es la eliminación de toda nuestra suciedad y degradación del pasado, el presente y el futuro. La única razón por la que nuestros pecados pueden ser perdonados es que, en la cruz, Jesucristo pagó completamente el castigo por ellos. Sin embargo, sólo podemos obtener el perdón si nos postramos al pie de la cruz, llenos de contrición, en confesión y llenos de arrepentimiento”.


Las bases del perdón:


1. Según lo que somos y hemos hecho (arrepentimiento). “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Salmo 51:3,4).


2. Petición del perdón (confesión). “Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra mis maldades” (Salmo (51:7,9).


Resultados del perdón:


1. Reconciliación. Cuando nos perdona Dios, hay un cambio inmediato y completo de nuestras relaciones con El. En lugar de hostilidad, hay amor y aceptación. En lugar de enemistad, hay amistad. “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).


2. Purificación. La esencia misma del perdón es nuestra restauración a nuestra posición original delante de Dios. “Purifícame… y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmo 51:7) (Véase también 1 Juan 1:9 y Romanos 4:7).


Otro aspecto de la purificación es que Dios se olvida de nuestros pecados cuando nos los perdona. “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más acordaré de sus pecados y sus iniquidades” (Hebreos 8:12) (Véase también Salmo 103:12 e Isaías 38:17).


3. Absolución. El perdón hace que Dios abandone sus acusaciones contra nosotros. No aplicará el castigo que merecen nuestras culpas. Jesús le dijo a la mujer adúltera. “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11) (Véase también Romanos 8:1).


¡El consejero tiene el enorme privilegio de compartir el gozo del perdón de Dios!


Estrategia de asesoramiento:


Debemos tomar en consideración tres aspectos distintos: el perdón de Dios, el perdonar a quienes nos han ofendido y el perdonarnos a nosotros mismo, dejando atrás nuestro pasado.


Para el no cristiano:


1. Denle consuelo, asegurándole que Dios entiende el pecado y sabe cómo resolverlo. El Señor perdona los pecados y el interlocutor puede conocer también el gozo del perdón.


2. Explíquenle las Cuatro leyes espirituales. A partir de los antecedentes, hagan hincapié en los resultados del perdón.


3. 3. Si su interlocutor insiste en que no puede recibir el perdón de sus culpas porque ha cometido el pecado imperdonable, pasen al capítulo que se ocupa de este tema.


4. Anímenle a que comience a leer y estudiar la palabra de Dios. Esto contribuirá a darle mucha seguridad respecto al perdón (véase 1 Juan 3:19).


5. Recomiéndenle que busque el compañerismo de un grupo de cristianos bíblicos. Asistir al CCLT, donde podrá aprender acerca de la Biblia, adoración y oportunidades de servicio y testimonio.


6. Anímenle a que ore, practicando la confesión diaria (1 Juan 1:9), como requisito para el perdón y la renovación diaria.


7. Oren con esa persona para que llegue a comprender plenamente su nueva relación y sus consecuencias.


Para el cristiano resentido o amargado:


1. Indíquenle que su actitud es mala. Ante todo, necesita poner su propia vida en orden, confesándole a Dios su resentimiento y su amargura como verdaderos pecados.


2. Anímenle a que perdone a quienes le hayan lastimado u ofendido. Es posible que esto le resulte imposible; pero no se trata de algo que podamos escoger. ¡Dios nos lo ordena! “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13). No se merecen el perdón, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13). No se merecen el perdón. ¡A veces, los que menos se lo merecen son los que más necesitan el perdón! El perdonar como nos perdonó el Señor implica olvidarnos completamente de las ofensas. Esto también puede resultar difícil y requerir cierto tiempo. La suspicacia y la desconfianza pueden perdurar, pero Dios puede cambiar nuestras actitudes. La respuesta de “hasta setenta veces siete” que Jesús le dio a Pedro cuando le preguntó: ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?, implica que el cristiano debe estar listo, incluso ansioso, para perdonar. Este perdón debe ser de todo corazón y sin murmuraciones (véase Mateo 18:21-35).


3. Animen a su interlocutor para que trate de restaurar la relación rota con Dios, en el espíritu de Colosenses 3:13. Muy probablemente, esto requerirá “caminar la segunda milla” (véase Mateo 5:41); pero puede ser necesario para reanudar la relación. El evangelio siempre toma a contrapelo las reacciones y las conductas humanas. La relación seguirá rota hasta que una de las partes tome la iniciativa para el perdón y la restauración.


Para el cristiano que no se puede perdonar a sí mismo:


1. Pregúntenle si está realmente arrepentido y si le ha confesado sinceramente todos sus pecados a Dios, sin dejar nada afuera.


2. Si ha hecho lo anterior y sigue teniendo aprensiones, indíquenle que es culpable de incredulidad. Si el Señor le ha perdonado cuando le confesó sus pecados (1 Juan 1:9), hará mal en dudar de Dios. ¡Deberá tomarle al Señor su palabra!.


Compartan con esa persona el testimonio que nos da David en el Salmo 32:1,2. “Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”.


Es posible que su interlocutor tenga falsa humildad. La autoflagelación hace que algunas personas se sientan mejor, mientras otras se complacen en revivir el pasado. Esto responde al espíritu de los escribas y fariseos: “Así también vosotros… os mostráis justos a los hombres; pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:28).


3. Si está realmente arrepentido, recomiéndenle que trate de verse como le ve Dios, como nueva criatura en Cristo Jesús (véase 2 Corintios 5:17). Dios comprende el pecado y sabe cómo resolverlo. Nos perdona los pecados, si cumplimos Sus condiciones para el perdón: arrepentimiento y confesión. Debemos poner en práctica la sabiduría de Pablo: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13,14).


Citas Bíblicas:


“Así que, si el Hijo or libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).


“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25).


“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).


“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34)





miércoles, 21 de septiembre de 2011

La seguridad de la salvación

Seguridad, en este sentido, es estar consciente de nuestra pertenencia a Cristo y depositar en El toda nuestra confianza.


· No haberse convertido realmente


El cristiano es una persona que ha depositado su confianza en Cristo como su Señor y Salvador. “Qué si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10)


Una persona que no tenga esta experiencia no podrá tener seguridad respecto a la vida eterna. La salvación no se basa en nuestras buenas obras, sino en nuestra relación con Jesucristo. Los cristianos llenos de confianza pueden decir: “Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).


· Confiar en los sentimientos, en lugar de confiar en la Palabra de Dios.


Algunas personas esperan tener una especie de entusiasmo espiritual constante, y cuando se dan cuenta de que no lo tienen, comienzan a dudar.


Nuestras relaciones eternas con Dios no se pueden basar exclusivamente en las emociones. Debemos basarnos en hechos de la Palabra de Dios. Debemos entregarnos a la obra perfecta de Cristo en la cruz. Después de haber confiado en El, continuamos nuestra relación con el Señor, confiados en que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).


· El pecado y la desobediencia en la vida del cristiano


Esto será el resultado de la ambivalencia y la inseguridad. “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8). El pecado se debe reconocer y confesar para poder mantener una comunión ininterrumpida con Cristo.


El cristiano que no base su vida en la Palabra de Dios, la oración, el compañerismo y el testimonio, se marchitará, dejando abierto el camino para la inseguridad y las dudas. La recomendación bíblica de “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18) no es una frase vacía. ¡O crecemos o morimos!


Estrategia de asesoramiento:


1. El interlocutor que no está seguro de su salvación.


Si la persona que llama no sabe que ha confiado en Jesús como Salvador y Señor, debido a que no comprende la verdadera naturaleza de la conversión cristiana o que se basa en su propia manera de actuar, denle las Cuatro leyes espirituales. Hagan hincapié en que la salvación significa una relación con Cristo por medio del nuevo nacimiento (Juan 1:12 y 3:3), y que no depende de nuestras propias obras (Efesios 2:8-9)


2. El interlocutor que se ha estado basando en sus propios sentimientos


Nuestra experiencia debe reposar en los hechos bíblicos del evangelio y no en las emociones.


3. El cristiano desobediente, que sigue cobijando el pecado en su vida.


Hagan hincapié en 1 Juan 1:9 y 2:1, así como también de Romanos 12:1.


4. El cristiano inmaduro.


Si la incertidumbre y las dudas son el resultado del estancamiento del desarrollo espiritual, señalen con toda claridad que o crecemos o morimos.


5. Con todo lo anterior, hagan hincapié en la necesidad de tratar de obtener una relación espiritual y vital con Cristo.


A. Lectura y estudio de la Palabra de Dios.


B. Por medio de la oración:


Adoramos a Dios


Le confesamos nuestros pecados


Le expresamos agradecimiento


Recordamos las necesidades de los demás.


C. Se deben buscar relaciones con otros cristianos en el CCLT. Esto permitirá obtener compañerismo cristiano, estudio de la Biblia y oportunidades para servir a Cristo; todo ello necesario para el desarrollo de la vida cristiana.


D. Oren con su interlocutor para que pueda comenzar a experimentar una vida de gozo y seguridad en Cristo.


Citas bíblicas:


La salvación:


“De cierto, de cierto os digo.: El que oye mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).


“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12)


“Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se glorie” (Efesios 2:8-9)


“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)


Hechos, en lugar de sentimientos:


“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39)


“…Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12)


“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6)


“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13)


“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21)


“Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5)


Confesión del pecado para la restauración:


“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldas” (1 Juan 1:9)


“El que cubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13)


“Pacientemente esperé a Jehová y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre la peña y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán y confiarán en Jehová” (Salmo 40:1-3)

martes, 20 de septiembre de 2011

Segundas nupcias

El divorcio no es una opción para los cristianos. La pareja prometió delante de Dios y lso testigos que la unión de sus vidas sería “hasta que la muerte nos separe”. “Pero los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: que la mujer no se separe del marido; y si se separa quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (1 Corintios 7:10.11).


Sin embargo, existen circunstancias atenuantes especificadas en las Escrituras cuando el cónyuge del cristiano sea culpable de inmoralidad sexual, como por ejemplo, el adulterio o la homosexualidad, y se niegue a abandonar tales prácticas (véase Mateo 19:9) o cuando el cónyuge del cristiano abandona a la familia (véase 1 Corintios 7:15).


En estas dos situaciones anteriores, las Escrituras inspiran al perdón y la restauración que resultan para mayor honra del Señor. Pero si no se encuentra una solución sobre estas bases, entonces, las Escrituras señalan el divorcio como opción. ¿Qué se puede decir de las segundas nupcias para el cónyuge? Esta es una cuestión de conciencia individual ya que las Escrituras no prohíben ni alientan tales matrimonios. No obstante, se podría suponer que si las Escrituras “permiten” el divorcio en las circunstancias anteriores, quizá permitan también las segundas nupcias como opción. Véase 1 Corintios 7.


Nota de Billy Graham: A la persona que pregunte: “Si ya me divorcié y casé de nuevo. ¿debo abandonar a mi cónyuge actual para regresar a vivir con el primero”, la respuesta: “En circunstancias normales, yo le diría que permanezca como está. Los pecados del pasado no se pueden deshacer al igual que los huevos batidos no se pueden desbatir. Lo más importante que se debe hacer es confesar sus fallas y pecados pasados y asegurarse, por todos los medios, que su hogar sea un hogar cristiano”.


Estrategia de asesoramiento:


Para no cristianos:


1. La cuestión primordial que se debe afrontar en este caso no son las segundas nupcias, sino el ponerse bajo la voluntad de Dios. Cuando la persona hace esto, tendrá una perspectiva de sí misma y del segundo matrimonio que jamás podría obtener en ninguna otra situación (véase Mateo 6:33).


Pregúntenle a la persona si ha recibido a Jesucristo su Señor y Salvador personal. Explíquenle las Cuatro leyes espirituales.


2. Animen a esa persona a que comience a leer y estudiar la Biblia.


3. Aconséjenle al individuo que aprenda a orar y a practicar la oración día tras día, buscando la voluntad y la dirección de Dios. Nota: el conocimiento y a madurez que se adquieren mediante el estudio de la Biblia y la oración son indispensables para tomar cualquier decisión respecto a las segundas nupcias.


4. Inviten a esa persona al CCLT, para alabar a Dios, tener compañerismo con los demás creyentes y participar en el servicio cristiano.


5. Ahora que la persona ya es cristiana, sugiérale que “se case en el Señor” (1 Corintios 7:39) y establezca un hogar verdaderamente cristiano, cuyo centro sea Cristo y Su iglesia.


Para el cristiano:


1. La persona debe tomar en consideración que las segundas nupcias no son algo sencillo. Conviene hacer una serie de preguntas y obtener las respuestas correspondientes.


“Aunque se me considera como la parte inocente, ¿contribuí en algo a la ruptura de mi primer matrimonio?”


“¿Tengo orgullo y egocentrismo que debo vencer?”


“¿Hay resentimientos y amargura, como resultado del divorcio, que deba resolver?”.


“¿Tengo derecho a pensar que tendré éxito en un nuevo matrimonio?”.


“¿Estoy viviendo ahora de acuerdo con la voluntad de Dios? ¿Cómo puedo determinar verdaderamente si es así?”.


“¿Soy capaz de realizar una contribución verdaderamente espiritual al nuevo matrimonio?”


“¿Es el dar gloria a Dios mi objetivo supremo en la vida?”


2. Pídanle a la persona que esté absolutamente segura de que está viviendo dentro de la voluntad de Dios. Esto lo podrá determinar si se consagra fielmente a leer y estudiar la palabra de Dios y a confiar en la oración.


3. Animen a esa persona a que pueda congregarse fielmente en el CCLT, participando activamente en sus actividades cristianas.


4. Aconséjenle que, si vuelve a casar, Cristo deberá ser el centro del matrimonio y el hogar. Deben establecer un servicio familiar cotidiano donde todos lean las Escrituras oren juntos.


5. Oren con esa persona para que pueda entender la voluntad de Dios y el propósito para su vida.


Citas bíblicas:


“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios, en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7)


“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).


“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbos” (1 Pedro 3:7).


“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).


“No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmo 103:10-12).



La paz

En nuestra época llena de inquietud, todo el mundo ansía la paz. En algunas lenguas, tales como el árabe y el hebreo, el saludo habitual es “Paz”. Sin embargo, sólo cuando Jesucristo posee nuestros corazones podemos tener verdadera paz.


Paz con Dios:


La paz con Dios llega a nosotros mediante el perdón del pecado por los méritos y el sacrificio de nuestro Salvador.


La paz con Dios implica un cese de las hostilidades. Cuando una persona confiesa su soberbia pecaminosa, acepta su derrota y se somete a Dios, su guerra contra el Señor concluye: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).


La paz con Dios significa reconciliación con El. Ya no estamos enajenados. “Y a vosotros también, erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentarnos santos sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:21-22)


“Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). “Que Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).


La paz con Dios produce una sensación de bienestar y confianza. “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).


Paz con Dios:


La paz con Dios es el legado a los creyentes cristianos y se presenta cuando caminamos en obediencia a Su voluntad para nuestra vida.


Muchos cristianos tienen paz con Dios; pero nunca han experimentado la paz de Dios en su vida. Están desgarrados por las ansiedades y los temores que destruyen la estabilidad espiritual y el gozo en el Señor. La paz es un don de Dios y el legado de todos los creyentes; pero hay demasiados que no la gozan. La paz de Dios se deriva de un compañerismo pleno y sincero con El, que es nuestra paz.


He aquí una fórmula simple, tomada de la Palabra de Dios, para gozar de la paz del Señor.


El Salmo 37:1-5 nos dice:


1. No os angustiéis (v.1).


2. Confiad en el Señor (v.3).


3. Deleitaos en el Señor (v.4).



En Filipenses 4:6-7 se nos dice:


1. No estéis afanosos por nada (v.6).


2. Llevad todo en oración (v.6).


3. Estad agradecidos por todo (v.6).


“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).


Estrategia de asesoramiento:


Para el no cristiano:


1. Explíquenla las Cuatro leyes espirituales.


2. Aconséjenle que adopte una posición firme por Cristo, que lea y estudie la palabra de Dios todos los días.


3. Recomiéndenle a su interlocutor que asista al CCLT, donde se enseña la Palabra de Dios, que obtenga compañerismo y poder adorar, estudiar las Escrituras y orar.


4. Oren con esa persona, para que pueda experimentar abundantemente en su vida la paz de Dios.


Para el cristiano:


1. Aconséjenle a su interlocutor que confiese todos los pecados, los errores, la irritación, la ira o la amargura que pueden estar impidiendo que tenga en su vida la paz de Dios.


2. Explíquenle algunos de los pensamientos sobre la paz de Dios.


3. Anímenle a que desarrolle una vida devocional diaria, como medio para “deleitarse en el Señor” y experimentar Su paz. Debe:


A. Leer y estudiar la palabra de Dios todos los días.


B. Orar por todas las cosas y confiar en que Dios actuará como se dice en Romanos 8:28.


C. En comendar todos los días de su vida a Dios en el espíritu de lo que se dice en Proverbios 3:5-6.


4. Oren con él para que Dios le dé paz, victoria y gozo.


Citas bíblicas:


“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).


“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).


“Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela” (Salmo 34:14).


“Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3)


“Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6)

lunes, 19 de septiembre de 2011

El matrimonio (Presiones para obrar mal en asuntos de conciencia)

Cuando una persona se convierte a Cristo, su cuerpo se convierte en morada del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20) y su conciencia está sujeta a la palabra y la voluntad de Dios.


La conciencia del cristiano queda limpia de los pecados y la desobediencia del pasado, para que pueda servir al Dios vivo (Hebreos 9:14).


La conciencia del cirstiano se hace santa y sincera, de conformidad con la palabra de Dios, para que pueda caminar con integridad en este mundo. “Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros” (2 Corintios 1:12).


Si un cristiano tiene una conciencia débil, tendrá probabilidades de someterse al mal y envilecerse (véase 1 Corintios 8:7)


Nuestra meta como cristianos debe ser la del Apóstol Pablo: “Y por esto procuro siempre tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hechos 24:16)


Muchos cristianos tienen problemas en el campo de la conciencia. Por ejemplo, alguien puede estar casado con un inconverso o haberse convertido a Cristo después de su matrimonio y descubrir que tiene que soportar presiones para actuar contrariamente a las Escrituras en su conducta, su participación en el mundo e incluso las prácticas sexuales. Esto puede provocar conflictos e infelicidad en el matrimonio.


La Biblia enseña que el papel de la esposa es el de ser sumisa; pero también ordena al marido que ame a su esposa como a su propio cuerpo (véase Efesios 5:22,28). Así, ninguno de los cónyuges tiene derecho a ordenarle al otro que haga algo contrario a las Escrituras y que ofenda su conciencia.


Estrategia de asesoramiento:


1. Si se presenta este problema, feliciten a su interlocutor por ser sensible a la dirección del Espíritu Santo en su vida y por desear hacer lo correcto.


2. Anímenle a que adopte una posición firme por Cristo, de conformidad con lo que se nos dice en Romanos 12:1,2


3. Inviten a esa persona a que haga todo lo posible para mantener abiertas las comunicaciones con su cónyuge, con el fin de debatir libre y plenamente los problemas implícitos y las razones por las que no es posible aceptar esas peticiones.


Hagan un esfuerzo para no mostrarse críticos ni emitir juicios duros. “Atrapamos más moscas con miel que con vinagre”. Si no se tiene mucho cuidado en esto, se podrá llegar con rapidez al punto sin regreso, provocando conflictos y hostilidad.


4. El amor cubre multitud de pecados. Aconséjenle a su interlocutor que ame a su cónyuge sinceramente, demostrándoselo de palabra y obra. El cónyuge cristiano debe expresar aprecio, admiración y alabanza con tanta frecuencia como le sea posible, en los puntos en que se justifique.


5. Animen a su interlocutor a que ore, pidiendo primordialmente sabiduría y dirección tanto en el debate como en las medidas recomendadas (véase Santiago 1:5) y, luego, obediencia del cónyuge a la palabra de Dios y entrega a la fe personal de Cristo. Cuidado: no se debe ser demasiado agresivo al tratar de ganar a su cónyuge para Cristo. Tengan la bondad de ver la sección sobre EL MATRIMONIO (¿Cómo conquistar al esposo o la esposa para Cristo).


6. Oren con su interlocutor para fortalecer su resolución.


Nota de Billy Graham: “La satisfacción completa en el matrimonio no se puede obtener fuera de la vida en Cristo. En las Escrituras se indica que Cristo vino al mundo a destruir las obras del diablo. El poder de Cristo sobre el diablo está a disposición del cristiano, y al destructor del hogar ideal sólo se puede hacer que huya mediante el poder de Cristo”.


Citas Bíblicas:


“¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14).


“Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).


1 Pedro 3:1,2,5,7,8,15,16)

Planes de matrimonio

El matrimonio es el contrato a largo plazo más importante que establecerá una pareja en toda su vida; sin embargo, hay muchos que se casan sin madurez ni conocimientos. La cantidad creciente de divorcios muestra lo indispensable que es que los jóvenes estén preparados adecuadamente para el matrimonio.


He aquí unos cuantos principios útiles sobre el matrimonio, para quienes estén pensando pronunciar sus votos matrimoniales:


· Un buen matrimonio no se hace en los cielos, sino en la tierra. El amor es un artículo muy frágil que se debe cuidar y alimentar constantemente. Por supuesto, los que piensen casarse deberán volverse hacia Dios es busca de Su guía, pero el éxito de su matrimonio dependerá en gran parte de la pareja y de sus esfuerzos para responder a la dirección de Dios.


· Un buen matrimonio no se basa en el idealismo, sino en la realidad. El síndrome de la Cenicienta, según el cual cada doncella encuentra un príncipe y “vive felizmente para siempre” suele ser un simple cuento de hadas. Demasiadas personas se casan con esperanzas demasiado elevadas y poco realistas y, luego, se pasan muchos años sufriendo y tratando de ajustarse –si permanecen casadas todo ese tiempo.


· Un buen matrimonio se basa en el respeto propio y el del cónyuge. Una imagen propia baja, heredada de un hogar paterno lleno de tensiones o debida a la inmadurez puede provocar muchas tormentas. El tener una relación sólida con Jesucristo y el entenderse uno mismo en virtud de esa relación, son cosas sumamente importantes.


· El no conocerse bien el uno al otro puede provocar también malentendidos y conflictos. No hace falta mucho discernimiento para darse cuenta de que los varones y las mujeres son físicamente diferentes; pero, ¿cuántos se dan cuenta de que su futuro cónyuge es igualmente distinto en lo emocional y lo mental? Cada uno de los cónyuges debe entender esto y estar preparado para hacer las concesiones y los ajustes que sean precisos. “Varón y hembra los creó y los bendijo…” (Génesis 5:2).


· Un matrimonio en el que los dos cónyuges tengan muchas similitudes tendrán más probabilidades de tener éxito. Esto implica:


Las mismas bases religiosas.


Antecedentes culturales y sociales similares.


Niveles económicos comparables.


Las mismas ventajas educativas.


Una situación estable en el hogar,


· ¡El matrimonio nunca se planeó como si fuera un “reformatorio”! Alguien que se case con otra persona con la esperanza de “corregir” algún tipo de conducta problemática, se enfrentara probablemente a un futuro desastroso. Lo que no se pueda cambiar antes del matrimonio tendrá muy pocas probabilidades de cambiar alguna vez. Este se debe tomar con seriedad en los casos en que participen el alcohol, las drogas o la inmoralidad.


· Las parejas que se casan “en el Señor” (1 Corintios 7:39) tienen potencial para una relación mucho mejor que la de los que están sin Cristo.


Nota: Billy Graham aconseja, “El hogar sólo desempeña su verdadera finalidad cuando lo controla Dios. Si dejan a Jesucristo fuera de su vida, su hogar perderá su sentido. Sin embargo, tomen a Cristo en su corazón, su vida y su familia, y el Señor transformará su hogar”.


Estrategia de asesoramiento:


1. Feliciten a su interlocutor por haber tomado la iniciativa de buscar consejos respecto a su matrimonio planeado. Compartan con esa persona los siguientes pasajes de las Escrituras:


“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18).


“El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová” (Proverbios 18:22)


2. Aconséjenle que, para tener la presencia y la dirección de Dios en su vida y su matrimonio, convendrá que le confíe su corazón y su vida a Jesucristo.


3. Aconséjenle a su interlocutor que adopte una posición firme por Jesucristo, tanto si era cristiano desde antes como si acaba de recibir a Cristo. Deberá comenzar también a leer y estudiar la palabra de Dios, a orar respecto a todas las coas, y a identificarse con una iglesia en la que se enseñe la Biblia. Todas estas cosas enriquecerán profundamente su vida, permitiéndole ofrecer mucho más para su matrimonio.


4. Cuando el individuo se casa, que se asegure de hacerlo “en el Señor” (1 Corintios 7:39). “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque, ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14).


5. Antes del matrimonio, el interlocutor debe realzar sus oportunidades para que tenga éxito:


A. Buscando el control y las bendiciones de Dios sobre su propia vida y la de su cónyuge, por medio de la oración.


B. Asimilando todos los conocimientos que pueda sobre el hogar y el matrimonio centrados en Cristo.


C. Buscar en las Escrituras pasajes sobre el hogar y el matrimonio.


D. Leer libros escritos por pastores y consejeros cristianos, que se podrán conseguir en las librerías cristianas.


E. Aprovechar las conferencias, los cursos y las películas que existen con esa finalidad.


F. Tratar de obtener los consejos del líder, ministerio de familia, etc. Ese asesoramiento deberá incluir un análisis a fondo del matrimonio, con temas personales, espirituales, económicos y sexuales.


6. Después de casarse, practiquen lo que sigue:


Involucrarse en el CCLT, donde se enseña la Palabra de Dios, y el matrimonio tendrá oportunidades de florecer espiritualmente y donde la futura familia pueda ser recibida y alimentada en las cosas eternas. Tomen la resolución de comunicarse libre y sinceramente con su cónyuge en todos los niveles de la vida: mental, emocional y físico. Esa práctica ayudará mucho en la resolución de problemas, cuando se presenten dificultades en el matrimonio.


7. Oren con su interlocutor, pidiendo las bendiciones, la presencia y la guía del Señor en su vida y su futuro matrimonio.


Citas Bíblicas:


“Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (Efesios 5:21-22)


“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. (1 Pedro 3:7)


“Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable” (Proverbios 24:3-4)


“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amós 3:3)


2 Corintios 6:14-15