En nuestra época llena de inquietud, todo el mundo ansía la paz. En algunas lenguas, tales como el árabe y el hebreo, el saludo habitual es “Paz”. Sin embargo, sólo cuando Jesucristo posee nuestros corazones podemos tener verdadera paz.
Paz con Dios:
La paz con Dios llega a nosotros mediante el perdón del pecado por los méritos y el sacrificio de nuestro Salvador.
La paz con Dios implica un cese de las hostilidades. Cuando una persona confiesa su soberbia pecaminosa, acepta su derrota y se somete a Dios, su guerra contra el Señor concluye: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
La paz con Dios significa reconciliación con El. Ya no estamos enajenados. “Y a vosotros también, erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentarnos santos sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:21-22)
“Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). “Que Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).
La paz con Dios produce una sensación de bienestar y confianza. “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).
Paz con Dios:
La paz con Dios es el legado a los creyentes cristianos y se presenta cuando caminamos en obediencia a Su voluntad para nuestra vida.
Muchos cristianos tienen paz con Dios; pero nunca han experimentado la paz de Dios en su vida. Están desgarrados por las ansiedades y los temores que destruyen la estabilidad espiritual y el gozo en el Señor. La paz es un don de Dios y el legado de todos los creyentes; pero hay demasiados que no la gozan. La paz de Dios se deriva de un compañerismo pleno y sincero con El, que es nuestra paz.
He aquí una fórmula simple, tomada de la Palabra de Dios, para gozar de la paz del Señor.
El Salmo 37:1-5 nos dice:
1. No os angustiéis (v.1).
2. Confiad en el Señor (v.3).
3. Deleitaos en el Señor (v.4).
En Filipenses 4:6-7 se nos dice:
1. No estéis afanosos por nada (v.6).
2. Llevad todo en oración (v.6).
3. Estad agradecidos por todo (v.6).
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Estrategia de asesoramiento:
Para el no cristiano:
1. Explíquenla las Cuatro leyes espirituales.
2. Aconséjenle que adopte una posición firme por Cristo, que lea y estudie la palabra de Dios todos los días.
3. Recomiéndenle a su interlocutor que asista al CCLT, donde se enseña la Palabra de Dios, que obtenga compañerismo y poder adorar, estudiar las Escrituras y orar.
4. Oren con esa persona, para que pueda experimentar abundantemente en su vida la paz de Dios.
Para el cristiano:
1. Aconséjenle a su interlocutor que confiese todos los pecados, los errores, la irritación, la ira o la amargura que pueden estar impidiendo que tenga en su vida la paz de Dios.
2. Explíquenle algunos de los pensamientos sobre la paz de Dios.
3. Anímenle a que desarrolle una vida devocional diaria, como medio para “deleitarse en el Señor” y experimentar Su paz. Debe:
A. Leer y estudiar la palabra de Dios todos los días.
B. Orar por todas las cosas y confiar en que Dios actuará como se dice en Romanos 8:28.
C. En comendar todos los días de su vida a Dios en el espíritu de lo que se dice en Proverbios 3:5-6.
4. Oren con él para que Dios le dé paz, victoria y gozo.
Citas bíblicas:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
“Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela” (Salmo 34:14).
“Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3)
“Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6)
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