miércoles, 21 de septiembre de 2011

La seguridad de la salvación

Seguridad, en este sentido, es estar consciente de nuestra pertenencia a Cristo y depositar en El toda nuestra confianza.


· No haberse convertido realmente


El cristiano es una persona que ha depositado su confianza en Cristo como su Señor y Salvador. “Qué si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10)


Una persona que no tenga esta experiencia no podrá tener seguridad respecto a la vida eterna. La salvación no se basa en nuestras buenas obras, sino en nuestra relación con Jesucristo. Los cristianos llenos de confianza pueden decir: “Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).


· Confiar en los sentimientos, en lugar de confiar en la Palabra de Dios.


Algunas personas esperan tener una especie de entusiasmo espiritual constante, y cuando se dan cuenta de que no lo tienen, comienzan a dudar.


Nuestras relaciones eternas con Dios no se pueden basar exclusivamente en las emociones. Debemos basarnos en hechos de la Palabra de Dios. Debemos entregarnos a la obra perfecta de Cristo en la cruz. Después de haber confiado en El, continuamos nuestra relación con el Señor, confiados en que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).


· El pecado y la desobediencia en la vida del cristiano


Esto será el resultado de la ambivalencia y la inseguridad. “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8). El pecado se debe reconocer y confesar para poder mantener una comunión ininterrumpida con Cristo.


El cristiano que no base su vida en la Palabra de Dios, la oración, el compañerismo y el testimonio, se marchitará, dejando abierto el camino para la inseguridad y las dudas. La recomendación bíblica de “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18) no es una frase vacía. ¡O crecemos o morimos!


Estrategia de asesoramiento:


1. El interlocutor que no está seguro de su salvación.


Si la persona que llama no sabe que ha confiado en Jesús como Salvador y Señor, debido a que no comprende la verdadera naturaleza de la conversión cristiana o que se basa en su propia manera de actuar, denle las Cuatro leyes espirituales. Hagan hincapié en que la salvación significa una relación con Cristo por medio del nuevo nacimiento (Juan 1:12 y 3:3), y que no depende de nuestras propias obras (Efesios 2:8-9)


2. El interlocutor que se ha estado basando en sus propios sentimientos


Nuestra experiencia debe reposar en los hechos bíblicos del evangelio y no en las emociones.


3. El cristiano desobediente, que sigue cobijando el pecado en su vida.


Hagan hincapié en 1 Juan 1:9 y 2:1, así como también de Romanos 12:1.


4. El cristiano inmaduro.


Si la incertidumbre y las dudas son el resultado del estancamiento del desarrollo espiritual, señalen con toda claridad que o crecemos o morimos.


5. Con todo lo anterior, hagan hincapié en la necesidad de tratar de obtener una relación espiritual y vital con Cristo.


A. Lectura y estudio de la Palabra de Dios.


B. Por medio de la oración:


Adoramos a Dios


Le confesamos nuestros pecados


Le expresamos agradecimiento


Recordamos las necesidades de los demás.


C. Se deben buscar relaciones con otros cristianos en el CCLT. Esto permitirá obtener compañerismo cristiano, estudio de la Biblia y oportunidades para servir a Cristo; todo ello necesario para el desarrollo de la vida cristiana.


D. Oren con su interlocutor para que pueda comenzar a experimentar una vida de gozo y seguridad en Cristo.


Citas bíblicas:


La salvación:


“De cierto, de cierto os digo.: El que oye mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).


“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12)


“Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se glorie” (Efesios 2:8-9)


“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)


Hechos, en lugar de sentimientos:


“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39)


“…Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12)


“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6)


“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13)


“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21)


“Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5)


Confesión del pecado para la restauración:


“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldas” (1 Juan 1:9)


“El que cubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13)


“Pacientemente esperé a Jehová y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre la peña y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán y confiarán en Jehová” (Salmo 40:1-3)

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