lunes, 9 de agosto de 2010

La muerte

La Biblia menciona la muerte cientos de veces. Se trata de un enemigo formidable: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Corintios 15:26); pero se trata de un adversario vencido: “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54).

Jesucristo cambió el significado de la muerte y la Biblia respalda ampliamente esta premisa.

Al morir, el espíritu del cristiano creyente entra directamente a la presencia del Señor. La muerte física no es más que una transición de la vida en la tierra con Jesús a la vida en el cielo con Cristo. La muerte no altera la continuidad de la relación; sólo la enriquece.

“El estar con Cristo es mucho mejor” (Filipenses 1:23). El apóstol confirma que la transición es inmediata: “Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8).

La Biblia enseña que, un día, los “muertos en Cristo” resucitarán y entonces recibiremos nuevos cuerpos. No sabemos exactamente qué o cómo serán esos nuevos cuerpos, aparte de que serán espirituales, permanentes y gloriosos.

“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). “Pero sabemos que cuando él (Cristo) se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan3:2) (Véase también 1 Corintios 15:51-58).

Nota: Billy Graham escribió sobre “La resurrección que destruye la finalidad de la muerte, proporcionando una alternativa a la rigidez del polvo de la muerte y abriendo el camino a la nueva vida”.

En la segunda venida de nuestro Señor Jesús, los creyentes muertos resucitarán y se reunirán con El inmediatamente. “Los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

¡Tenemos esperanza más allá de la tumba! “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19).La reunión de los creyentes vivos con los fallecidos, antes de la venida de nuestro Señor, se denomina nuestra bendita esperanza. (Véase Tito 2:13).

Así, el cristiano debe ser capaz de enfrentarse a la muerte en forma realista; pero vistoriosa. Aunque inevitable y con frecuencia inesperada, nunca debe tomarnos completamente desprevenidos. La muerte no tiene que ser nunca la “gran incógnita” que produce miedo, y terror; en lugar del momento en que ya no “veamos como expejo, obscuramente”, sino “cara a cara” (1 Corintios 13:12).

Estrategia de asesoramiento:

1. Si su interlocutor es cristiano, será preciso recordar que la muerte y el luto producen cambios y ajustes.

Traten de mostrarse comprensivos y atentos. “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18). Al compartir con esa persona las citas bíblicas que se mencionaron al comienzo de este tema, recomiéndenle que tome nota de ellas, que las examine después y, si es posible, que se las aprenda de memoria, para tener mayor fortaleza y consuelo. Sean sensibles para guiarle hacia una nueva entrega y una nueva devoción personal con Jesucristo. Denle las Cuatro leyes espirituales.

2. Si el interlocutor no es cristiano, recalquen que para estar preparada adecuadamente para la muerte, una persona debe tomar la decisión crucial respecto a la relación eterna durante esta vida.

Invítenle a que reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador personal. Denle las “Cuatro leyes espirituales”.

3. Anímenlo para que lea y estudie la Biblia y para que cultive sus hábitos de oración.

4. Invítenle al CCLT, que pueda involucrarse en algún ministerio, y allí podrá obtener compañerismo, adorar al Señor, aprender de la Biblia. Esto también le ayudará a recibir seguridad respecto a la “bendita esperanza”.

Citas bíblicas:

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. (Salmo 23:4).

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:1-3).

“Le dijo Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. (Juan 11:25).

“Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).

“Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos la reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:9-10).

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”. (Filipenses 3:20)