miércoles, 26 de noviembre de 2008

Disciplina

Con frecuencia, un cristiano confesará algún pecado o alguna desobediencia que dio como resultado un castigo de Dios. En otros momentos, una conversación revelará problemas y dificultades que parecen indicar que Dios está disciplinando al interlocutor.

El castigo del Señor es bíblico:
“Bienaventurado el hombre a quien tú, Jehová, corriges, y en tu ley lo instruyes, para hacerle descansar en los días de aflicción” (Salmo 94: 12-13)

“No menosprecies, hijo, mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”. (Proverbios 3:11-12)

Nota: Billy Graham comentó: “La Biblia dice: ‘El Señor a quien ama castiga’. Si la vida fuera siempre fácil, ¿no nos debilitaríamos? Cuando un constructor naval necesitaba troncos para producir un mástil para un velero, no cortaba árboles del valle, sino de la ladera de la montaña, donde los árboles habían sido sacudidos por los vientos. Sabía que esos árboles eran los más resistentes de todos. Las dificultades no son lo que preferimos; pero si las afrontamos con valor, pueden fortalecer la fibra de nuestras almas”.

“Dios no nos disciplina para someternos, sino para prepararnos para una vida de utilidad y bienaventuranza. En Su sabiduría, está consciente de que una vida incontrolada carece de felicidad, por lo que pone freno a nuestras almas errabundas, para poder dirigirlas por las sendas de la justicia”.

El castigo es conveniente, cuando se toman en cuenta las alternativas:
“Y él les dio lo que pidieron; más envió mortandad sobre ellos” (Salmo 106:15)

“Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:27)

Dios tiene motivos para disciplinarnos o castigarnos:
1. Quiere conducirnos al arrepentimiento. “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por vuestra parte” (2 Corintios 7:9)
2. Quiere hacernos volver a tener comunión con Él. “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también nosotros tengáis comunión con nosotros, y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3)
3. Quiere que seamos más fieles. “Ahora bien, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2)
4. Quiere conservarnos humildes. “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”(2 Corintios 12:7-9)
5. Quiere enseñarnos el discernimiento espiritual. “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Corintios 11:31-32)
6. Quiere prepararnos para un servicio más eficaz. “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo e el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58)

Estrategia de asesoramiento:
1. Animen a su interlocutor. Puede sentirse contento de que el Señor descargue la disciplina de su mano sobre él. Al castigarnos o disciplinarnos, Dios no está descartando a su hijo ni desheredándolo, sino que, en lugar de ello:
A. Está confirmando su amor por nosotros (“Al que ama, castiga”)
B. Está confirmando Su relación con nosotros. “Pero si os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”. (Hebreos 12:8)
C. Quiere que le respondamos con obediencia y fidelidad. “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba, mas ahora guardo tu palabra”. (Salmo 119:67)
2. Ayudarle a abrirse al Señor a la manera del salmista: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos, y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. (Salmo 139:23,24)

Pueden ser útiles algunas preguntas, tales como, por ejemplo:
¿Por qué cree que está siendo castigado o disciplinado?
¿Cree que hay alguna desobediencia o algún pecado en su vida que esté corrigiendo Dios?
3. No minimicen de ninguna manera el pecado de desobediencia que admita su interlocutor. Será la base para que le pidan que se arrepienta, confiese su pecado y vuelva a tener comunión con el Señor.
4. Anímenlo para que inicie y continúe una experiencia devocional diaria con Dios, mediante la lectura de Su palabra y la oración.
5. Animen al interlocutor a que busque la dirección de Dios para descubrir Su finalidad para su vida. De la disciplina se pasa a la obediencia y la bienaventuranza que conducen a oportunidades para vivir para Cristo y servirle.
6. Anímenle a que asista a la iglesia donde pueda encontrar un buen compañerismo orientado bíblicamente. ¡Los amigos cristianos nos ayudan a fortalecernos!
7. Oren con esa persona para pedir su restauración y renovación completa.

Citas Bíblicas


Salmo 94:12,13
Proverbios 3:11-12
1 Corintios 9:27

martes, 18 de noviembre de 2008

Las dificultades económicas

El entender y manejar correctamente las finanzas debe ser una prioridad elevada para todas las personas. Gran parte de nuestras tensiones, las fricciones familiares, las contiendas y las frustraciones se deben, directa o indirectamente, al dinero. Entre los principales motivos para los divorcios se encuentran los desacuerdos económicos. La familia cristiana no es inmune a esto. Si una familia no paga o no puede pagar sus facturas, o si tiene otros problemas relacionados con el dinero, estará dando un mal testimonio.

Causas principales de los problemas económicos

1. Actitudes erróneas hacia el dinero. La avaricia y la codicia conducen con rapidez a toda clase de males (véase 1 Timoteo 6:10). El síndrome de “enriquecimiento rápido” mediante las inversiones especulativas conduce a menudo al desastre.
2. El vivir por encima de los ingresos propios. El no “contar los costos” dará como resultado los gastos excesivos crónicos (véase Lucas 14:28:30). Algunas personas parecen ser muy influenciables por la publicidad, rindiéndose ante los productos atractivos y las ofertas de crédito aparentemente provechosas.
3. Las compras a crédito. El mejor consejo que se les puede dar a quienes tengan dificultades económicas es el de que se alejen de las tiendas y los grandes almacenes, y que destruyan todas sus tarjetas de crédito.
4. El darse todos los caprichos. La compra de cosas innecesarias, el consumo de bebidas alcohólicas, tabaco y comida exóticas o rebuscadas son hábitos caprichosos. Por ejemplo, en una familia en la que tanto el marido como la esposa sean grandes fumadores, los gastos en tabaco pueden ascender a unos 1500 dólares al año.
5. El falso consejo de que la acumulación de posesiones materiales produce alegría y felicidad. “Y les dijo (Jesús): Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. (Lucas 12:15)
6. La falta de un presupuesto para planear y supervisar los gastos. Nuestros ingresos sólo alcanzan para ciertas cosas. Damos aquí varios puntos que se deben tomar en consideración, junto con los porcentajes recomendados, para ajustar los gastos (los porcentajes tienen variaciones ligeras, dependiendo de quienes los calculan)
Diezmos 10%
Ofrendas x%
Vivienda x%
Alimentos x%
Diversiones y vacaciones x%
Ropa x%
Transportes x%
Seguros x%
Deudas x%
Gastos médicos y dentales x%
Ahorros x%
Diversos x%


Principios bíblicos para manejar el dinero

1. Se trata básicamente de un tema espiritual, por lo que es esencial entender el Señorío de Jesucristo. El manejo de las finanzas pone en perspectiva la totalidad de la vida en su relación con la voluntad de Dios y todo lo relativo a la eternidad.
“Porque del Señor es la tierra y su plenitud” (1 Corintios 10:26)
“No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:19-20)
“Así que, hermanos, os ruego, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No es conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Romanos 12:1-2)
2. Y también es esencial entender el principio de que somos mayordomos (administradores) de todo lo que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado. ¡No somos dueños! Nuestras vidas, nuestro tiempo y nuestras posesiones son dones de Dios. Somos responsables ante Dios por ellos y el Señor nos considerará responsables de todo ello (Véase Mateo 25:14-30)
3. Dios desea que confiemos en El y no en las posesiones materiales. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que la disfrutemos” (1 Timoteo 6:17) (Véase también Proverbios 3:5-6; Filipenses 4:19 y Salmo 37:25)
4. Dentro del plan de Dios está el que los mayordomos le entreguen a El parte de sus ingresos, para Su obra. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10) (Véase también Lucas 12:34 y Proverbios 3:9)

Nota: Billy Graham dijo: “Aunque todo nuestro dinero le pertenece realmente a Dios, la Biblia recomienda el diezmo como respuesta mínima de gratitud al señor… No es posible evitarlo. Las Escrituras prometen bendiciones materiales y espirituales a las personas que le den a Dios. No es posible dar más que lo que Dios nos da a nosotros. Les reto a que lo prueben y vean”.

Estrategia de asesoramiento

1. Si el interlocutor admite que tiene dificultades económicas, indíquenle que necesita la perspectiva que se obtiene mediante una relación eterna con Jesucristo como Señor y Salvador. Debemos conocerlo personalmente, antes de que podamos esperar recibir Su ayuda. Compartan con esa persona las Cuatro leyes espirituales.
2. Después que el interlocutor haya explicado su problema económico aconséjenle que lo aborde como si fuera básicamente un problema espiritual. No deberá buscar simplemente una solución temporal, sino que debe convertir a Dios en el centro de su vida, incluso en los aspectos financieros. Sólo esto producirá soluciones duraderas. No sería conveniente para el interlocutor que el consejero aceptara sus explicaciones o excusas para sus dificultades económicas, tales como, por ejemplo, los problemas de la economía. Muchas personas se encuentran en dificultades porque manejan mal sus ingresos.
3. El modo en que se manejarán los problemas económicos en el futuro dependerá de la actitud propia hacia los principios de las Escrituras. Analicen estos principios uno por uno. Luego, háganle preguntas sobre las causas de sus dificultades económicas.
¿Se trata de una actitud equivocada hacia el dinero?
¿Está viviendo por encima de sus medios?
¿Compra muchas cosas a crédito?
¿Satisface todos sus caprichos?
¿Carece de un presupuesto adecuado y un buen planeamiento?
4. Aconséjenle que controle sus finanzas y su vida, haciendo todos los ajustes o sacrificios que se necesiten. Es posible que su propio futuro y el de su familia dependan de su acción decisiva.
5. Si las dificultades económicas del interlocutor parecen encontrarse más allá de sus propias capacidades para resolverlos, incluso después de que haya tratado de ajustarse a los principios del Señor, aconséjenle que necesita hablar con el pastor para obtener una guía de planeamiento financiero que pueda desarrollar etapas para la recuperación económica. O bien, puede recurrir directamente a un asesor, si sabe con quien ponerse en contacto. Eviten las instituciones financieras que ofrecen consolidar todas las deudas de una persona. Muchas veces, esa “consolidación” hace aumentar el endeudamiento.

Citas Bíblicas

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33)

“Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo; e invócame en el día de l angustia, te libraré y tú me honrarás” (Salmo 50:10,14,15)

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19)

“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14,15)

“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:8-10)

lunes, 17 de noviembre de 2008

Los Demonios

Tanto en el mundo religioso como en el secular se observa un reconocimiento y un interés creciente por las actividades demoniacas. La Biblia reconoce la realidad de estas actividades. “Porque no tenemos lucha contra sangre ni carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Los demonios, denominados también en las Escrituras “espíritus de adivinación” (1 Samuel 28:7), “espíritus impuros” (Lucas 4:36) y “espíritus engañadores” (1 Timoteo 4:1), son invisibles, están desencarnados y poseen una inteligencia sobrehumana.

Al igual que Satanás, los demonios cayeron en condenación debido a su soberbia y son adversarios tanto de Dios como del hombre. Aunque reales y activos, el diablo y sus mensajeros (demonios) se ven acusados con frecuencia de muchas cosas de las que no son culpables. Algunos cristianos tienden a achacar todas las conductas erráticas a la “posesión demoníaca”, cuando, en realidad, la mayor parte de esos comportamientos se deben a la naturaleza pecaminosa y egoísta de los seres humanos. Asimismo, algunas veces, los individuos que están bajo los efectos de las drogas, que se han inmiscuido en el ocultismo o las religiones orientales o que están trastornados mentalmente, parecen estar afectados por los demonios.

El cristiano que desee que Dios le use para ayudar a personas con problemas espirituales hará bien en prestar atención a la amonestación que hace el Apóstol Juan: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” o “el espíritu del anticristo” (1 Juan 4:1,3). Así, pues, los cristianos deben discernir, probar, resistir y rechazar a los demonios (véase 1 Corintios 12:10; Efesios 4:27; 6:10-18; 1 Pedro 5:8-9; 1 Juan 4:1-6; Santiago 4:7)

Mediante la victoria de Jesucristo sobre Satanás y sus huestes, y en el nombre poderoso del Señor Jesús y el poder del Espíritu Santo, los hijos de Dios podemos vencer a Satanás y sus demonios (véase Mateo 8:16,17; 12:28; Marcos 16:17; Hechos 19:15)

Nuestros recursos contra los huestes del mal son:
• Vigilancia (1 Pedro 5:8)
• Oración (Juan 15:7)
• El revestirse con toda la armadura de Dios (véase Mateo 26:41 y Efesios 6:10-18)

Estrategia de asesoramiento:

Para el no cristiano:

Si el interlocutor les habla de esclavitud espiritual, actividades o conductas demoníacas, háganle preguntas. Traten de discernir si la situación es realmente como se la describe. “Hábleme de eso”, es una frase que se debe repetir, una y otra vez, hasta que surja el problema verdadero. No duden en ejercer presiones para obtener respuestas.

1. Hagan hincapié en la eficacia del sacrificio de Cristo en la cruz para resolver los problemas del pecado. “Y la sangre de Jesucristo, du Hijo (de Dios) nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7)

2. Si recibe a Cristo, anímenle para que lea y estudie la Biblia todos los días. También deberá orar diariamente. Estas dos disciplinas se suelen establecer firmemente en el caso de las personas que asisten al CCLT, con el fin de obtener compañerismo cristiano, adorar a Dios, estudiar la Biblia y aprender el gozo en el Señor.

3. Si creen que se están enfrentando a una persona verdaderamente poseída por el demonio, sigan las etapas de que dan más adelante respecto a “Cómo ocuparse del caso de una persona verdaderamente poseída por el demonio”.

Para el cristiano:
Si está temeroso de las actividades demoníacas, hagan lo que sigue:

1. Háganle preguntas respecto a las circunstancias. ¿Por qué creen que participan en ellos los demonios? Algunas veces, esos temores los inducen otros cristianos con buena voluntad; pero equivocados.

2. Recuérdenle que todos los recursos de Dios se encuentran a su disposición:
Satanás es un enemigo derrotado (1 Juan 3:8)
Cristo vive en el creyente (Colosenses 1:27)
El Espíritu Santo le da poder (Hechos 1:8 y 2 Timoteo 1:7)
La Palabra de Dios le guía (2 Timoteo 3:16-17)

3. El cristiano está seguro de la victoria, si se somete constantemente al señorio de Cristo a la autoridad y la iluminación de las Escrituras, a la disciplina de la oración triunfadora y al formar parte de un grupo dinámico de creyentes en una iglesia local que enseñe la Biblia.

4. Es posible que el interlocutor esté sufriendo sentimientos profundos de culpa debido al pecado real en su vida y que aborde el tema de la influencia de los demonios, tratando de transferir la culpa, en lugar de aceptar sus responsabilidades personales. El arrepentimiento verdadero y la confesión eliminarán la culpa y también las raíces básicas de la opresión.

5. Es posible que se enfrenten al caso verdadero de una persona poseída por el demonio. Si es así, sigan las etapas que se dan a continuación.

¿Cómo tratar a una persona poseída por el demonio?

Tengan cuidado. Deben estar seguros de que se trata de un caso verdadero de posesión diabólica y no una situación que se deba a algún trastorno físico, psicológico o espiritual. ¡Se puede dañar mucho al interlocutor, si se le indica que está bajo la posesión del demonio, cuando no sea así!

1. Tomen nota cuidadosamente de los síntomas de la persona trastornada, pidiendo sabiduría y discernimiento al Señor. Una persona poseída por el espíritu se encuentra bajo la influencia de un espíritu maligno o se ha visto invadida por él. En ese caso, se observará una conducta extremadamente extraña. Es posible que la persona hable en un idioma o dialecto extraño. A veces, usará un lenguaje blasfemo, soez e inmoral.

2. El caso de una persona así no deberá tomar a la ligera. La resistencia suele ser tenaz y se necesita mucho tiempo para poder resolver realmente las dificultades. Evidentemente, el asesor no podrá dedicar a esa persona todo ese tiempo. Jesús les indicó en cierta ocasión a sus discípulos que no tenían poder en un caso específico porque “este género (los demonios) no salen sino con oración y ayuno” (Mateo 17:21)

3. En los casos en que se libera una persona poseída por los demonios, los participantes señalan unánimemente que es sumamente necesario orar mucho, por lo común mediante un grupo de cristianos reunidos con ese fin. Bajo la dirección del Espíritu Santo, y en los momentos en que él lo indique, se deberá lanzar una orden en el nombre de Jesucristo y con Su autoridad (Mateo 28:18) para expulsar al espíritu maligno. Una persona deberá asumir el liderazgo y actuar como portavoz.

4. Aconséjenle a su interlocutor que busque inmediatamente amistades en la familia de Dios. Puede fortalecer considerablemente la obra de Dios en su vida mediante la lectura y el estudio de la Palabra de Dios, la oración y la iniciación del testimonio sobre las maravillosas obras de Dios en su propia vida (véase Marcos 9:19-22)

Citas Bíblicas

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7)

“Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar, al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8-9)

“Y Jesús se les acercó y les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18)

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo”. (1 Juan 4:1-3)

“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y siempre, y por los siglos” (Hebreos 13:8)

Apocalipsis 12:11
1 Juan 3:8

martes, 11 de noviembre de 2008

Culpabilidad

La culpabilidad se ha definido como un sentimiento de pecaminosidad, de hacer el mal, o de no dar el nivel correcto. Dios creó en nosotros una conciencia, el discernimiento moral para evaluar nuestros actos y nuestra conducta, en función del bien y el mal. Hay dos clases de culpabilidad: la real y los sentimientos de culpa.

La culpabilidad real se debe a la violación de la Ley de Dios. Esto es pecado. Puesto que es raro que el pecador esté dispuesto a enfrentarse a sus actos a la manera de Dios, para poder experimentar un alivio, sufre las consecuencias. En el Jardín del Edén, Adán y Eva fueron un ejemplo excelente de culpabilidad real. Su pecado (la desobediencia) dio como resultado su culpa. Su relación con Dios estaba rota. Lo sabían y, por ello, los resultados fueron la enajenación y la convicción del pecado. Corrieron de delante de Dios, tratando de ocultarse, con el fin de no tener que afrontar las consecuencias de su conducta. Por supuesto, Dios los encontró. Intentaron negar su propia responsabilidad: Adán culpó a Eva (“la mujer que me diste”) y Eva acusó a la serpiente (“La serpiente me engañó”) Habían intentado también “cubrirse”, haciéndose delantales con hojas de higuera; pero Dios los acosó con Su pregunta: “¿Quién os dijo que estabais desnudos?” El Señor los obligó a afrontar el problema de su culpabilidad. Luego, se hizo la expiación de su pecado, estableciendo el principio del sacrificio. (génesis 3:21)

Otro ejemplo de cómo afrontar la culpabilidad real es el de Natán, que hizo que David se enfrentara directamente a su adulterio y homicidios, abriendo de ese modo el camino para el arrepentimiento y la confesión (véase 2 Samuel 11 a 12:25 y Salmo 51)

Los sentimientos de culpa se asocian a menudo a males emocionales derivados de experiencias negativas, situadas muchas veces en la infancia. Incluso los cristianos que tienen la seguridad del perdón de Dios y de que son Sus hijos, siguen sufriendo los sentimientos de “culpabilidad falsa”. Por lo común, las personas que tienen esos sentimientos poseen una opinión muy baja sobre sí mismas, se consideran inadecuadas (no pueden hacer nada bien o carecen de valor) se entregan a la depresión, etc. Parece que no son capaces de liberrarse de sus sentimientos de culpa; aunque traten de hacerlo, como en el caso de Esaú que no tuvo “oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:17)

Suelen manifestar de modos diferentes y complejos:
· Depresión profunda, porque se culpan constantemente.
· Fatiga crónica, dolores de cabeza u otros males.
· Deseos de autorrechazo y autocastigo llevados al extremo.
· El sentimiento de estar siempre bajo la vigilancia y las críticas de otros.
· Críticas constantes contra otros por sus propios pecados y deficiencias.
· Debido a sus actitudes derrotistas, se hunden todavía más en el pecado, para sentirse más culpables.

Nota: Billy Graham dijo, sobre este problema complejo: “La conciencia del hombre se encuentra con frecuencia fuera del alcance de los psicólogos que, a pesar de sus técnicas, no podrán llegar a su depravación profunda. El hombre mismo es incapaz de liberarse de la culpa que le corroe, cuando su corazón está sobrecargado de pecados. Sin embargo, donde falló el hombre, Dios ha triunfado”.

Estrategia de Asesoramiento:
Para el no cristiano

1. Denle esperanzas a su interlocutor, asegurándole que Dios puede resolver el problema que tenga. El Señor no sólo es capaz de perdonar, sino también de borrar todo pecado y culpa.
2. No traten de excusar ni minimizar de ninguna manera los pecados que les confiese su interlocutor. En todos nosotros hay desobedicencia y conductas pecaminosas que debemos resolver a la manera de Dios; o sea, confesándolas. No podemos esperar hallar soluciones para los sentimientos de culpa, si tratamos de encubrir nuestros pecados. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13)
3. Pregúntenle a su interlocutor si ha recibido a Jesucristo como su Señor y salvador. Explíquenle las Cuatro Leyes Espirituales y cómo obtener la paz con Dios. Hagan hincapié en que la liberación de los sentimientos de culpa se encuentra incluida en la muerte de Jesús en la cruz; pero que debemos confiar en El para que nos limpie.
4. Anímenle a que comience a leer y estudiar la Biblia, comenzando por el evangelio de Juan.
5. Recomiéndenle que cultive el hábito de la oración diaria. En ese momento podrá confesar sus pecados, pidiendo perdón y limpieza. Deberá practicar el agradecimiento a Dios por librarlo de sus pecados y sentimientos de culpa, recordando que el Señor nos quita todos nuestros pecados.
6. Aconséjenle a que pueda asistir al Centro Cristiano de Los Teques, donde va a aprender de la Biblia. Allí podrá tener compañerismo regular con el pueblo perdonado de Dios, oír y estudiar la Palabra de Dios. Oren con su interlocutor personalmente, para pedir su liberación y para que tenga paz en su corazón. “El es nuestra paz”.
7. Oren con su interlocutor personalmente, para pedir su liberación y para que tengan paz en su corazón. “El es nuestra paz” (Efesios 2:14)
8. Si su interlocutor parece incapaz de responder inmediatamente al testimonio de Cristo que le dan y sigue luchando con sus sentimientos de culpa, anímenle a que vaya a ver al pastor para que pueda ayudarle un poco más. Es posible, que con el tiempo, responda.

Para el cristiano
Si su interlocutor es cristiano y admite que tiene problemas crónicos con los sentimientos de culpa, hagan lo que sigue:
1. Denle la seguridad del amor y el perdón de Dios. ¡El Señor puede quitar los sentimientos de culpa! Si Dios le ha perdonado, deberá aprender a perdonarse él mismo. Un cristiano tiene derecho a asirse con confianza a la verdad de 1 Juan 1:9. Cristo, nuestro Salvador, quita todos los pecados –pasados, presentes y futuros- mediante su obra concluida en la cruz.
2. Aconséjenle a su interlocutor que profundice en la Palabra de Dios, leyendo, estudiando y reflexionando detenidamente en algunos pasajes tales como el Salmo 103:1-6, el Salmo 51, Isaías 53 y Juan 18 y 19. Pídale que tome nota de esos pasajes por escrito, para que pueda encontrarlos en la Biblia. Puede confiar en que recibirá alivio para sus sentimientos de culpa, al apropiarse del sacrificio de Cristo, el perdón y la limpieza prometida.
3. Sugiéranle que ore en forma específica y fiel, pidiendo “una conciencia libre de ofensas hacia Dios y hacia los hombres” (Hechos 24:16). Deberá seguir orando hasta que encuentre la paz.
4. Recomiéndenle que se ponga en contacto con el pastor que podrá darle más ayuda.

Citas Bíblicas

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…” (Romanos 8:1)

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36)

“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí; pero no el hacerlo… Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo está ley: que el mal está en mí. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro”. (Romanos 7: 18-25)

“Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías 44:22)

“Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14)

jueves, 6 de noviembre de 2008

El cónyuge maltratado

Los malos tratos a la esposa, al marido, a la novia o al novio representa uno de los aspectos más negativos de nuestra sociedad. Sólo sale a la luz un pequeño porcentaje de esos casos. Los abusos –físicos y sexuales, además de verbales y emocionales- pueden proseguir durante muchos años. Los cónyuges o amigos maltratados se pueden encontrar en todos los niveles socioeconómicos y todos los grupos culturales, raciales o de edades. Y los cristianos no están inmunes a esto.

El individuo abusivo domina frecuentemente el “arte” del menosprecio, los insultos, las injurias y las amenazas. Algunas veces esos abusos destruyen de tal modo la personalidad que la víctima llega a considerar que se merece las palizas que siguen con frecuencia.

Esas víctimas se distinguen por la baja estima que tienen de sí mismas, depresiones una gran variedad de trastornos y males psicosomáticos relacionado con las tensiones. Se sienten atrapadas y vulnerables, confundidas e inseguras. Existe también un aspecto de frustración y aceptación de tipo mártir: es frecuente que la víctima acepte responsabilidad por el comportamiento de su cónyuge o amigo. Existe la vaga esperanza de que “es inminente” un cambio y de que “alguien llegará y me sacará de todo esto”. Al mismo tiempo hay también aislamiento emocional, sin verdaderos contactos con la familia.

En el caso de una esposa, pueden requerirse de tres a cuatro meses de asesoramiento antes de que pueda comenzar a sanar emocionalmente, incluso después de que se haya separado de su atormentador. Una vez que ella y sus hijos se encuentran en un lugar seguro (donde el marido no puede llegar a ellos, porque no sabe dónde se encuentran) y que haya tenido tiempo para reflexionar y analizar sus sentimientos, es posible que se sienta llena de ira.

Quien maltrata a su cónyuge y su familia raramente cambia, a menos que se exponga su conducta públicamente y que se le someta a algún tipo de acción legal.

Estrategia de asesoramiento:

1. Dele consuelo y ánimo.
Esa persona estará haciendo lo adecuado al hablar de su problema. Deseamos ayudarle y nos sentimos felices de poder escucharle. Esa persona no está sola. Hay muchos que están recibiendo el mismo tratamiento.
2. Hágale preguntas. Es muy común que las personas maltratadas tengan dificultades para expresar sus sentimientos. Pregúntenle:
¿Qué piensa sobre el modo en que la tratan?
¿Durante cuánto tiempo ha estado soportando esos malos tratos?
Hábleme de su esposo (a) ¿Cómo es?
¿Qué piensa hacer sobre usted mismo/misma en estos momentos?
¿Qué cree que puede hacer al respecto?
Sobre la base de los antecedentes de la persona maltratada y los daños emocionales que haya sufrido, el consejero puede tener que formular otras preguntas. La meta es permitirle a la víctima expresarse y hacerle entender que tiene ciertos derechos concedidos por Dios como mujer u hombre, así como también como esposa o esposo.
3. Indíquele que no debe considerar que se merece esos malos tratos. No tiene que seguir siendo víctima. Aun cuando su cónyuge le culpe de todo y trate de justificar sus abusos, no es culpa de la víctima.
4. Infórmele que no tiene que seguir soportando esos malos tratos. ¡Es preciso que les ponga fin! Debe mostrarse llena de decisión y firmeza. La conducta de su cónyuge es ilegal. Puede recibir un castigo por lo que está haciendo e incluso ir a parar a la cárcel.
5. Con el fin de romper el ciclo de los abusos, la víctima debe ponerse en contacto con el pastor o una oficina local de servicios para la familia y presentarles su problema. Esas personas tendrán capacidad para ayudar a la víctima a esclarecer su situación y, en caso necesario, le recomendarán que inicie algún tipo de acción legal. Puede ser necesaria la separación de su atormentador.
6. Indíquele que es indispensable el asesoramiento en el apoyo emocional en forma constante. Se deberán tomar disposiciones con el pastor, un profesional cristiano o un servicio de asesoramiento. Convenzan a la víctima de que debe tomar decisiones urgentemente y tomar alguna medida definitiva. El consejero puede dar recomendaciones; pero la persona de que se trate deberá tomar medidas concretas en la práctica.
7. Dígale a la persona de que se trata que Dios le ama. Mejor que nadie, el Señor sabe lo que ha tenido que soportar. ¿Está consciente de que Jesús tuvo que soportar también una gran cantidad de insultos y malos tratos? ¿Ha recibido alguna vez a Jesucristo como su Señor y Salvador personal?, sino es así háblenle de las Cuatro Leyes Espirituales y cómo obtener la paz con Dios.
8. Aconseje a esa persona que inicie la lectura y el estudio de la Biblia para obtener solaz y fortaleza espiritual.
9. Explíquele a esa persona los beneficios de una buena relación con el Centro Cristiano de Los Teques, tanto para ella como para su familia. Recibirá respaldo emocional y espiritual como resultado de la adoración en grupo, la enseñanza de la Biblia, el compañerismo y el testimonio.
10. Ore con esa persona, pidiendo fortaleza y comprensión. Confíela al amor y al cuidado especial de Dios.

Citas Bíblicas

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Salmo 34:4,5)

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7)

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:3,4)

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. (Proverbios 3:5,6)

Salmo 23

Salmo 42:11