viernes, 1 de enero de 2010

El pecado imperdonable

De vez en cuando, oímos que alguien expresa una gran preocupación porque piensa que cometió “el pecado imperdonable”. De hecho, esta persona puede sentirse culpable de un pecado realmente grave como, por ejemplo, un crimen, un adulterio, un incesto, un aborto o, quizá, algo no tan grave como eso. Con el transcurrir del tiempo, desarrolla sentimientos obsesivos de culpa, muy semejantes a los que experimentó David, cuando exclamó: “Mi pecado está siempre delante de mí” (Salmo 51:3) Algunas personas asocian esos sentimientos de culpa con el concepto de que “por su pecado, no tienen esperanza alguna de alcanzar el perdón”.

Si la persona admite su situación pecaminosa actual y la considera lo suficientemente grave para preocuparse mucho por ella, el consejero podrá aprovechar favorablemente esta ventaja. La batalla está parcialmente ganada con una admisión de esta índole.

Estrategia de asesoramiento

1. Denle ánimos inmediatamente a la persona, explicándole que está dispuesto a ayudarle en todo lo que pueda. Asegúrenle que las Sagradas Escrituras sostienen, a pesar de lo que muchos puedan pensar, que cada tentación y pecado va acompañado por una faceta de la gracia de Dios.

2. Definan lo que es el pecado imperdonable a la luz de las Sagradas Escrituras.

Cuando Jesús expulsó a un demonio del hombre ciego y mudo, la gente se maravilló. (véase Mateo 12:22,23). Sin embargo, los fariseos censuraron a Cristo, diciendo que había expulsado a un demonio por el “poder de Beelzebú”, el príncipe de los demonios. El Señor les respondió lo siguiente (versículo 31,32): “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada… No le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”.

La frase “pecado imperdonable” se derivó de esta cita bíblica. Los fariseos, obsesionados con el deseo de desacreditar a Jesús en la mente del pueblo, cayeron en el pecado de atribuir al diablo las obras del Espíritu Santo (que obraba juntamente con Cristo Jesús). En efecto, esto equivalía a decir que Jesús no era de Dios sino de Satanás y, según lo afirmó Cristo, esto no le sería perdonado jamás.

3. Pregúntenle si es culpable de este pecado. Si no es así, asegúrenle que no ha cometido el “pecado imperdonable”.

4. Sin embargo, al hacer hincapié en esto, tengan cuidado de no reducir al mínimo la gravedad del pecado de su interlocutor. (Véase Gálatas 5:19-21). Debe aprovechar esta admisión de pecaminosidad para destacar el hecho de que “la sangre de Jesucristo, Su Hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7) Para que podamos experimentar la gracia salvadora de Dios, que incluye el perdón de pecados, la persona debe reconocer que es pecadora.

La siguiente etapa es confesar los pecados como lo hizo el publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). El reconocimiento y la confesión de los pecados son un prerrequisito para todo lo que sigue. Dios es quien perdona los pecados, y por eso envió a Su Hijo a la cruz para que “nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).

Subraye el hecho de que, ahora, el único pecado que se puede considerar “imperdonable” sería rechazar la oportunidad de recibir a Cristo como Su Salvador y Perdonador.

Nota: Billy Graham aclara esta situación como sigue: “Quizá pudiera aventurar una definición de lo que yo entiendo como pecado imperdonable. Desde un punto de vista negativo, creo que nadie que haya cometido este pecado puede seguir estando bajo el poder del Espíritu Santo que redarguye, convence y atrae. En tanto el Espíritu Santo habite en una persona, no habrá cometido el pecado imperdonable. Sin embargo, cuando el ser humano ha resistido continuamente al Espíritu Santo a tal grado de que éste ya no lucha a favor suyo, entonces es cuando se está en peligro eterno. En otras palabras, el pecado imperdonable implica el rechazo total e irrevocable de Cristo Jesús. El resistir al Espíritu Santo, es un pecado que cometen los no creyentes y es un pecado tal que, cuando se prolonga demasiado tiempo, conduce a la condena eterna. A los que se resisten al Espíritu Santo sólo les queda esperar el juicio seguro”.

5. El consejero debe presentarle a la persona las Cuatro leyes espirituales, es impulsarle a confiar en Cristo sin demora alguna, recalcando el hecho de que, aunque su pecado sea grave, Dios le puede perdonar. “El es quien perdona tus iniquidades” (Salmo 103:3).

6. Si se trate de un cristiano, haga hincapié en que los hijos de Dios no son capaces de cometer el “pecado imperdonable”. Sólo los no creyentes rechazan al Espíritu Santo. Siga el procedimiento de asesoramiento, tal y como se definió antes.

A. Defina el pecado imperdonable (Mateo 12:22-31)

B. Pregúntenle si se siente culpable del pecado que Jesús describió, es decir, la blasfemia contra el Espíritu Santo.

C. Cuando despeje estas dudas, recuerde que no debe tratar con ligereza el pecado que la persona consideraría imperdonable.

D. Asegúrenle que el pecado, por horrible que sea, puede alcanzar el perdón, basándose en el arrepentimiento y la confesión. Hagan hincapié, sobre todo, en 1 Juan 1:9.

Quizá no sea fácil convencer a su interlocutor sobre la veracidad de la Biblia respecto al “pecado imperdonable”. Sea persistente en su reiteración del amor de Dios, que demostró pagando el precio de la cruz para que el pecado fuera perdonado. Si estamos dispuestos a confesar nuestros pecados, estos nos serán perdonados.

7. Oren con la persona para que sea capaz de ver el pecado desde la perspectiva de Dios. El Señor aborrece el pecado; pero ama al pecador y perdonará cualquiera de sus pecados por medio de la Persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo.

Citas Bíblicas:

El pecado imperdonable:

“El que no es conmigo contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. Por tanto, os digo; todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (mateo 12:30,31)

La gravedad del pecado:

“Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21)

Deseo de Dios de perdonar cualquier pecado:

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”. (Proverbios 28:13).

“El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias”.

“Cuando está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. (Salmo 103:3,12).

“Pacientemente esperé yo a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán, y confiarán en Jehová”. (Salmo 40:1-3)

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