martes, 21 de julio de 2009

El Temor

Un sentimiento moderado de temor se puede considerar como normal e, incluso, sano. Puede tratarse de una emoción o la conciencia de un peligro inminente – un mecanismo de defensa. Puede ser simplemente el aumento de los latidos del corazón, el rostro sonrojado y las manos sudorosas, al esperar que un profesor nos pregunte algo en clase o que se nos pida que hablemos en alguna reunión. Los temores pueden ser una reacción a las circunstancias imaginarias o reales. Pueden ser agudos o crónicos. Muchas personas temerosas tienden a contagiar a otros con sus ansiedades y tensiones.

El consejero debe dar muestras de amor y trata de descubrir las causas de los temores, ofreciendo ayuda bíblica. Puede que no haya soluciones sencillas o instantáneas para el problema total; pero podemos recomendar una relación apropiada con Jesucristo, la dependencia del Espíritu Santo, y el centrar la vida en la palabra de Dios, como etapas necesarias para lograr una solución.

Las expresiones “temor de Dios” o “respeto hacia Dios” en la Biblia no deben tomarse en el sentido de que Dios espera que nos sobrecojamos de terror ante El, en espera del castigo, sino que le debemos nuestro respeto reverencial y nuestra confianza absoluta. Salomón dijo: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Proverbios 9:10) ¡El temor de Dios (una actitud de confianza y reverencia) elimina todos los demás temores!


“Busqué a Jehová y El me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4)

Nota: Billy Gram. escribió: “Jesús dijo que no debemos temer, estar ansiosos, turbarnos ni angustiarnos. La Biblia enseña que este tipo de temor es pecado. ´La paz os dejo, mi paz os doy… No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo´ (Juan 14:27)”.

Estrategia de asesoramiento
Para el no cristiano

Si el interlocutor es una persona no cristiana que exprese un temor a Dios poco sano, debido a su conciencia culpable o el miedo al castigo (el juicio futuro) se estarán enfrentando probablemente a un pecado no resuelto para el que habrá un remedio. Compartan con esa persona Las Cuatro Leyes Espirituales. Hagan hincapié en lo siguiente:
Dios limpia nuestras conciencias. “¿Cuánto más las sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14).
2. Dios libera de los temores al castigo futuro. “Ahora, pues, ninguna conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1,2).

Para el Cristiano
Si el interlocutor es un cristiano cuyo principal temor es el de fallar personalmente –el no tener suficiente capacidad-, compartan con él lo que sigue:
El Señor se preocupa por nosotros. “Yo soy el buen pastor, y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen…” (Juan 10:14). “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).
Y ha prometido:
* Su presencia. “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5).
* Su providencia. “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salmo 37:25).
* Su protección. “Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27:1).
2. Señalen que el amor es la antítesis del temor. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18).

Si su interlocutor es un cristiano que tenga miedo de dar su testimonio de Cristo, anímenle para que:
Esté completamente seguro de su propia relación con Cristo. “Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).
Adquiera un compromiso moral consciente con Dios. “Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo… agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).
Confíe implícitamente en Dios para que esté y actúe a través de él. “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. (2 Corintios 12:9). “No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová” (Jeremías 1:8).
Sea fiel en su testimonio en las cosas pequeñas. Lleve una vida cristiana con actos de bondad, vigilancia de sus propias actitudes, agradecimiento público a Dios por las comidas, etc.
Busque el compañerismo y la fortaleza de un cristiano más firme, para que puedan dar su testimonio juntos. La confianza aumenta cuando uno toma parte en el evangelismo. “Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con dirección sabia se hace la guerra” (Proverbios 20:18).
Asista al Centro Cristiano de Los Teques, y allí recibirá la consejería necesaria a través de las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Ore para tener una compasión por los perdidos que le llene. “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad y, ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16).

Citas Bíblicas:
“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás…” (Isaías 43:1,2).

“Busqué a Jehová y él me oyó, y me libró de todos mis temores”. (Salmo 34:4).

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10)

“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”
(Romanos 8:15-16).

“Mas el que me oyere habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (Proverbios 1:33)


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