¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mi familia? ¿Qué sentido tiene este sufrimiento?
Estas son preguntas muy conocidas que se formulan los cristianos y los no creyentes por igual. Nadie es inmune al sufrimiento y la adversidad. “Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción” (Job 5:7) Todos estamos sometidos a las presiones de los deseos, la necesidad, la tristeza, la persecución, la falta de popularidad y la soledad. Algunos sufren por lo que han hecho, otros por lo que la gente les hace a ellos. Muchos padecen porque son víctimas de circunstancias que no pueden controlar.
El dolor es desesperante. A veces, hay noches de agonía en que Dios nos parece injusto y se nos antoja que no hay ayuda o respuesta posible. El alivio temporal puede parecer adecuado; pero la solución real al sufrimiento no es aislarse en un intento de suprimirlo, como tampoco lo es soportarlo rechinando los dientes. La solución es, más bien, condicionar nuestras actitudes de tal manera que aprendamos a vencerlo y a recibir las lecciones que nos otorga. Cuando el Apóstol Pablo pedía ser liberado de su “espina en la carne”, Dios no se la quitó, sino que lo consoló, diciéndole: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9) En otro pasaje de aliento a los corintios, escribió: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo los suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8)
Excepción hecha del dolor físico, la forma en que manejemos el sufrimiento parece reducirse a una cuestión de actitud: “¿Qué debo hacer frente al sufrimiento para aprender de él y utilizarlo en provecho mío y lo concerniente a los propósitos eternos de Dios?”
Nota: Billy Graham comentó: “No hay ninguna parte de la Biblia que enseñe que los cristianos están exentos de las tribulaciones y los desastres naturales que asedian al mundo. Lo que sí enseñan las Sagradas Escrituras es que el cristiano puede enfrentarse a las tribulaciones, las crisis, las calamidades y los sufrimientos personales, con un poder sobrenatural que no está a disposición de las personas ajenas a Cristo”.
Algunos de los seres más patéticos de este mundo son aquellos que, en medio de la adversidad, se ahogan en un mar de autocompasión y amargura, en tanto que obtienen cierto agrado en culpar a Dios por sus problemas.
La actitud de Job es una buena inspiración: “He aquí aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15).
El que sufre se sentirá bendecido si, en medio de la más tremenda agonía y desesperación, puede elevar el rostro al Padre celestial y sentirse agradecido por Su amor eterno y Su presencia constante. Reiterando, nuestra respuesta al sufrimiento debe llevarnos a ver más allá de él, tratando de determinar las metas supremas de Dios y la enseñanza que está tratando de darnos.
¿Cuáles son algunas de las razones del sufrimiento humano?
1. Hay ocasiones en que sufrimos porque nos lo buscamos.
La disipación y a falta de disciplina generan consecuencias de desdicha. El abuso prolongado de nuestros cuerpos puede traer enfermedad. Nuestras decisiones equivocadas vuelven a asediarnos.
Conviene que el consejero le pregunte al interlocutor: “¿Cree que esto le está sucediendo debido a su falta de juicio o moderación? ¿Puede tomar alguna medida que alivie sus sufrimientos?”
2. Hay ocasiones en que Dios toma medidas correctivas debido a nuestro pecado y nuestra desobediencia. Dios corrige y disciplina a los que son suyos. Utiliza el castigo para demostrarnos Su amor y que somos verdaderamente Suyos (Hebreos 12:5-11)
3. A veces, Dios permite que suframos para que aprendamos a responder a los problemas y a El en una forma bíblica. Las Escrituras nos dicen que Jesús “Por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8).
Nuestra meta debe ser no sólo librarnos del sufrimiento, sino, más bien, aprender a agradar a Dios, siendo sensibles y obedientes a El y a Su palabra (véase Romanos 12:1,2).
4. Algunas veces, Dios permite que suframos para que entendamos que el dolor forma parte de la vida. No hay ningún pasaje en la Biblia que enseñe que el cristiano será inmune al sufrimiento y la adversidad. En Filipenses 1:29, Pablo afirma que “a vosotros os es concedido, a causa de Cristo, no sólo que crezcáis en él, sino también que padezcáis por él”. La adversidad puede ser un don de Dios. ¿Por qué debe ser tan difícil pensar en esto desde este punto de vista?
Cristo no evadió la cruz para escapar al sufrimiento. Hebreos 12:2 nos dice: “El sufrió la cruz, menospreciando el oprobio”. ¿Por qué lo hizo? “Por el gozo puesto delante de Él”. Sabía que la palabra final no era la crucifixión, el sufrimiento, sino la resurrección, La victoria.
Es probable que suframos brevemente o durante todo el curso de nuestra existencia. Para los que sufren, el fin no parece llegar nunca. Sin embargo, no perdamos la esperanza ni nos sumerjamos en la autocompasión o la amargura. El resultado final es en lo que debemos fijar nuestra vista. ¡El pensar en que estaremos con el Señor en el cielo deberá ponerlo todo en la perspectiva correcta!
5. A veces, Dios permite el sufrimiento porque busca nuestro bienestar por medio de él. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Debemos aceptar esto por fe y pedirle a Dios que el bien máximo para nuestra vida sea el resultado de nuestros sufrimientos. Sólo a través de la adversidad podremos aprender las lecciones más profundas de la vida. Confíe en que Dios realizará Su voluntad y Su plan en nuestra vida, para que seamos más semejantes a Cristo (Véase Romanos 8:29).
No hay mérito alguno en nuestro sufrimiento para fines de redención, como lo hubo en el de Cristo Jesús; pero si somos fieles en la adversidad, tendremos “participación en sus padecimientos” (Filipenses 3:10).
6. Dios permite a veces que suframos para poder hablarles a otros por medio de nuestra vida y nuestro testimonio, con el fin de consolarlos. Jesús dijo que el sufrimiento del ciego del que se nos habla en Juan 9 era para que “las obras de Dios se manifiesten en él”.
Tal vez el Señor esté obrando en su vida mediante el sufrimiento, para que otros se sientan inspirados por el ejemplo que les da en la adversidad. Los que soportan la adversidad se identifican y compadecen con mayor eficiencia de los demás que sufren. Aprendemos a consolar a otros como somos consolados. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3,4).
Estrategia de asesoramiento:
Para el no cristiano:
1. Muéstrese llenos de comprensión. Escuchen con cuidado el problema que la persona desea compartir. El expresar bien los problemas es de gran ayuda. Tomen a iniciativa para orientar la conversación, de tal modo que pueda ofrecerle ayuda espiritual.
2. Denle palabras de aliento y esperanza. Indíquenle que Dios le ama y sabe lo que le está sucediendo, que no está solo. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Isaías 43:2)
Díganle que está agradecido porque les haya llamado y que juntos buscarán las respuestas a sus problemas.
3. Pregúntenle si ha recibido a Cristo Jesús como su Señor y Salvador personal. Dios permite a veces la aflicción. Desea que le prestemos atención para llevarnos al camino de salvación. Compartan con él las Cuatro Leyes Espirituales.
4. Oren con esa persona para fines de salvación y liberación y pónganla en las manos de Dios.
5. Anímenle a que comience a leer y estudiar la palabra de Dios. El aprender a orar le otorgará fuerza y visión en los problemas de la vida.
6. Aconséjenle que se integre a la iglesia. El compañerismo con cristianos consagrados le ayudará a madurar en la vida y a entender los caminos de Dios y de la existencia. La iglesia le brindará también oportunidades para estudiar la Biblia y servir al Señor.
Para el cristiano:
Si el interlocutor es un cristiano que se encuentra afligido por alguna tragedia o un sufrimiento que le haya sobrevenido, traten de analizar las razones posibles por las que Dios haya permitido tal situación.
1. Muéstrenle su comprensión. Anímenle por medio del consuelo que Dios da a través de los suyos.
2. Anímenle a investigar la palabra de Dios y a orar sinceramente para que el Señor le revele Sus motivos para el sufrimiento.
A. ¿Qué está tratando de decirme Dios?
B. ¿Qué está tratando de enseñarme?
C. ¿Qué debo hacer como consecuencia de ello?
3. Si hasta ahora no participa en una iglesia donde se enseñe la palabra de Dios, anímenle a que asista al CCLT. El estudio de las Sagradas Escrituras le ayudará a profundizar su comprensión de la voluntad y los caminos del Señor.
4. Aconséjenle que se ponga en contacto con amigos cristianos. Siempre es de gran consuelo tener a alguien que esté dispuesto a escuchar. Además, esto le traerá consuelo, comprensión y fortaleza.
5. Oren con él personalmente, pidiéndole a Dios que le libre de la angustia.
Citas Bíblicas:
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos”. (Romanos 8:28-29).
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos mas que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:35-37)
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la palabra de vida que Dios ha prometido a los que le aman”. (Santiago1:2,3 y 12).
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. (Juan 14:1).
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”. (1 Pedro 4:12,13).
“Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador y hagan el bien”. (1 Pedro 4:16,19).
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. (Apocalipsis 21:4).
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