miércoles, 23 de junio de 2010

Los dones del Espíritu Santo

El cristiano verdaderamente consagrado querrá apropiarse de todo lo que Dios tiene en reserva para su vida. Hemos recibido la gracia de Dios por medio de la Persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, debemos permanecer abiertos para recibir los dones del Espíritu Santo. “Procurad, pues, los dones mejores” (1 Corintios 12:31)

Sin embargo, es preciso que tengamos cuidado de no ser presuntuosos al reclamar cualquier don para nosotros. En lugar de ello, debemos confiar en la soberanía del Espíritu Santo para que le dé “a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11). Muchas personas pretenden poseer ciertos dones; pero su vida y su ministerio no dan pruebas de ello. No se debe considerar que los dones espirituales hacen a algún creyente o grupo de creyentes más santo o espiritualmente más avanzado que otro.

El orgullo espiritual puede anular la eficacia de cualquier don.

Evidentemente, algunos cristianos poseen los dones más manifiestos, tales como el de la predicación, la enseñanza o el evangelismo. Esto no quiere decir que son “supercristianos”. Simplemente están aplicando los dones que les dio Dios. El cristiano que ejercita el don más calmado de la fe es igualmente importante para Dios y para la edificación del cuerpo de Cristo. En ninguna parte de las Escrituras se nos dice que debamos buscar los mismos dones. No todos son iguales; pero todos tienen la misma finalidad: deben aplicarse a la obtención de la unificación y la edificación del cuerpo, la iglesia (Efesios 4:12-16)

Dos porciones de las Escrituras enumeran los dones del Espíritu Santo:

“Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, profecía; u otro, discernimiento de espíritus; a otros, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y le mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como quiere” (1 Corintios 12:8-11).

“Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12)

Nota: Billy Graham: “Esos dones nos llegan del Espíritu Santo, que escoge a quienes van a obtenerlos, y los reparte como quiere. Aunque somos responsables del modo en que utilicemos los dones que hayamos recibido, no somos responsables de los dones que no poseamos. Ni debemos codiciar lo que tenga otra persona ni tenerle envidia. Podemos desear tener ciertos dones e incluso pedirlos; pero si no responden a la voluntad del Espíritu Santo, no obtendremos lo que pidamos. Y si no estamos satisfechos debido a que el Espíritu Santo no nos da los dones que deseamos, estaremos pecando”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Permanezcan dentro de los lineamientos que se presentaron al comienzo de este tema cuando den asesoramiento en lo que se refiere a los dones del Espíritu Santo. Es fácil dejarse llevar por alguien que considere que los dones son algo que nunca han sido ni serán.

2. Afirmen con toda claridad que una persona debe haber nacido de nuevo en Cristo para poder apropiarse de los dones del Espíritu Santo. A diferencia de lo que muchos pretenden, no se puede invertir este orden de las cosas. Pregúntenle a su interlocutor si ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador. Si no es así, explíquenle las Cuatro leyes espirituales.

3. Si su interlocutor es un creyente que está buscando sinceramente la plenitud del Espíritu Santo y la identificación de algún don, aconséjenle que dedique tiempo a un estudio prolongado y cuidadoso de las Escrituras que se ocupan de los dones, incluso el libro de los Hechos y las epístolas de Pablo, donde podemos ver los dones en acción. A ese estudio debe acompañar la oración sincera y fervorosa, porque así el que busca obtendrá discernimiento y sabiduría para alejarse de los excesos.

4. Aconséjenle que no se deje afectar demasiado por personas o grupos que insistan en algún tipo de método estandarizado para recibir o ejercer algún don o que pretendan que todos los creyentes deben poseer ciertos dones. Cada uno debe confiar en que el Espíritu Santo distribuirá Sus dones como lo desee (véase Juan 3:8 y 1 Corintios 12:11)

Nota: Uno de los comentarios de Billy Graham ayuda a poner esto en perspectiva: “Creo que una persona llena del Espíritu Santo –que se someta constantemente al Señorío de Cristo- llegará a descubrir sus dones con bastante facilidad. Querrá que Dios le guíe en su vida, y esa es la clase de persona que Dios está dispuesto a bendecir, mostrándole los dones que le ha conferido el Espíritu Santo”.

5. Indíquenle que junto a los dones del Espíritu Santo, debemos tratar de demostrar siempre los frutos del Espíritu. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Los frutos y los dones deben permanecer unidos. Se nos conoce por nuestros frutos (Mateo:7:16)

6. Oren con su interlocutor para que tenga una demostración de los frutos del Espíritu Santo en su vida, y para que pueda servir con mayor eficacia al cuerpo de Cristo y al mundo, utilizando algún don que haya recibido según la voluntad soberana del Espíritu de Dios.

Citas bíblicas:

Estudien 1 Corintios 13 en relación con otras porciones de las Escrituras para obtener una buena perspectiva sobre los dones del Espíritu Santo.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10)

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