El estar lleno del Espíritu Santo, incluye dos aspectos: las pruebas de frutos del Espíritu Santo y Sus dones.
La plenitud del Espíritu Santo en su vida. El patrón de vida del Nuevo Testatmento se establece en Mateo 7:16: “Por sus frutos los conoceréis”. La primera evidencia de estar lleno del Espíritu Santo es llevar una vida piadosa. Dios quiere cristianos maduros, que demuestran tener los frutos del Espíritu Santo de conformidad con lo que se nos dice en Gálatas 5:22-23: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.
Nota: “Los frutos del Espíritu Santo son lo que Dios espera ver en nuestras vidas”, dijo Billy Graham. “A diferencia de los dones del Espíritu, Sus frutos no se dividen entre los creyentes. En lugar de ello, TODOS los cristianos deben distinguirse por tener todos los frutos del Espíritu Santo. En la forma más sencilla posible, la Biblia nos indica que necesitamos al Espíritu para que dé frutos en nuestra vida, porque no podemos producir nada santo apartados del Espíritu. En nuestro propio interior estamos llenos de toda clase de deseos egocéntricos y egoístas que se oponen a la voluntad de Dios para nuestra vida”.
En la práctica, ¿cómo comenzamos a desarrollar estos frutos del Espíritu Santo en nuestra vida?
Debemos entregarnos conscientemente al Espíritu Santo de conformidad con lo que dice en 1 Corintios 6:19-20 y Romanos 12:1-2. Pregúntese usted mismo, ¿se ha dado cuenta alguna vez de que es de Dios y que su cuerpo es verdaderamente la morada del Espíritu Santo? ¿Le ha ofrecido alguna vez su cuerpo (su vida) a Dios tal y como se exige en Romanos 12:1?
A continuación, debemos considerar que hemos muerto al pecado; pero estamos vivos en Cristo (Romanos 6:11). En Gálatas 2:20, Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Estamos muertos al pecado, en el sentido de que este último ya no nos controla /véase Romanos 6:12-13).
Luego, decidimos, con fe, entregarnos al Señorío de Jesucristo. Esto sucede gradualmente, a medida que logramos controlar nuestra mente. Nuestros actos responden al control que tiene el Espíritu de nuestros pensamientos. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Trabajamos sobre uno de los “frutos” cada vez, orando con fe y confiando en que Dios nos dará el amor, el gozo, la paz y la paciencia que se mencionan en Gálatas 5:22 y 23, para que esas características sean una realidad en nuestra vida.
1. Si su interlocutor se muestra preocupado porque desea los frutos del Espíritu Santo en su vida, pueden ver con él parte de lo que se presenta al comienzo de este tema.
2. Algunas veces, las preguntas revelan el punto de enfoque que se requiere. Pregúntenle:
“¿Está consciente de alguna falta de disciplina personal en usted?”
“¿Rompió sus relaciones con alguna otra persona y necesita reanudarlas?”
“¿Permanece conscientemente en Cristo?”
“¿Está leyendo y estudiando diariamente la Biblia?”
“¿Está orando respecto a su relación con Cristo, pidiéndole que desarrolle en usted los frutos del Espíritu Santo?”
3. Oren con su interlocutor, pidiendo que tenga la plenitud del Espíritu Santo, para que Sus frutos aparezcan en su vida.
Citas bíblicas:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2)
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo y morada del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros cuerpos? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia” (Romanos 6:11-13).
Gálatas 5:22-23
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