lunes, 9 de agosto de 2010

La muerte

La Biblia menciona la muerte cientos de veces. Se trata de un enemigo formidable: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Corintios 15:26); pero se trata de un adversario vencido: “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54).

Jesucristo cambió el significado de la muerte y la Biblia respalda ampliamente esta premisa.

Al morir, el espíritu del cristiano creyente entra directamente a la presencia del Señor. La muerte física no es más que una transición de la vida en la tierra con Jesús a la vida en el cielo con Cristo. La muerte no altera la continuidad de la relación; sólo la enriquece.

“El estar con Cristo es mucho mejor” (Filipenses 1:23). El apóstol confirma que la transición es inmediata: “Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8).

La Biblia enseña que, un día, los “muertos en Cristo” resucitarán y entonces recibiremos nuevos cuerpos. No sabemos exactamente qué o cómo serán esos nuevos cuerpos, aparte de que serán espirituales, permanentes y gloriosos.

“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). “Pero sabemos que cuando él (Cristo) se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan3:2) (Véase también 1 Corintios 15:51-58).

Nota: Billy Graham escribió sobre “La resurrección que destruye la finalidad de la muerte, proporcionando una alternativa a la rigidez del polvo de la muerte y abriendo el camino a la nueva vida”.

En la segunda venida de nuestro Señor Jesús, los creyentes muertos resucitarán y se reunirán con El inmediatamente. “Los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

¡Tenemos esperanza más allá de la tumba! “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19).La reunión de los creyentes vivos con los fallecidos, antes de la venida de nuestro Señor, se denomina nuestra bendita esperanza. (Véase Tito 2:13).

Así, el cristiano debe ser capaz de enfrentarse a la muerte en forma realista; pero vistoriosa. Aunque inevitable y con frecuencia inesperada, nunca debe tomarnos completamente desprevenidos. La muerte no tiene que ser nunca la “gran incógnita” que produce miedo, y terror; en lugar del momento en que ya no “veamos como expejo, obscuramente”, sino “cara a cara” (1 Corintios 13:12).

Estrategia de asesoramiento:

1. Si su interlocutor es cristiano, será preciso recordar que la muerte y el luto producen cambios y ajustes.

Traten de mostrarse comprensivos y atentos. “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18). Al compartir con esa persona las citas bíblicas que se mencionaron al comienzo de este tema, recomiéndenle que tome nota de ellas, que las examine después y, si es posible, que se las aprenda de memoria, para tener mayor fortaleza y consuelo. Sean sensibles para guiarle hacia una nueva entrega y una nueva devoción personal con Jesucristo. Denle las Cuatro leyes espirituales.

2. Si el interlocutor no es cristiano, recalquen que para estar preparada adecuadamente para la muerte, una persona debe tomar la decisión crucial respecto a la relación eterna durante esta vida.

Invítenle a que reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador personal. Denle las “Cuatro leyes espirituales”.

3. Anímenlo para que lea y estudie la Biblia y para que cultive sus hábitos de oración.

4. Invítenle al CCLT, que pueda involucrarse en algún ministerio, y allí podrá obtener compañerismo, adorar al Señor, aprender de la Biblia. Esto también le ayudará a recibir seguridad respecto a la “bendita esperanza”.

Citas bíblicas:

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. (Salmo 23:4).

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:1-3).

“Le dijo Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. (Juan 11:25).

“Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).

“Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos la reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:9-10).

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”. (Filipenses 3:20)

jueves, 15 de julio de 2010

Jesucristo

Se ha aclamado a Jesús como el principal líder religioso que ha existido, como la persona más influyente que ha vivido en este planeta, y como un hombre único, en el sentido de que nadie se puede comparar a Él.

Sin embargo, el considerar a Jesucristo simplemente sobre la base de Su vida ejemplar, y sus enseñanzas morales superiores no será suficiente para retirar las piedras de tropiezo en el camino cristiano, puestas por el mundo incrédulo. La verdadera prueba definitiva de lo que pensemos sobre El, debe girar en torno a quién dijo El que era, y qué realizó durante Su breve ministerio en este mundo. Debemos llegar a la conclusión de que no puede haber cristianismo sin Cristo; todo se centra en El.

El tema predominante de las Escrituras es la Persona y la obra de Jesucristo. Es Dios. Se hizo humano, murió crucificado y fue sepultado. Se levantó de los muertos y es el único y suficiente Salvador del mundo. Volverá otra vez a la tierra. Si se retira esto de las Escrituras, se les quitará todo su significado y su continuidad.

Jesucristo es Dios:

La divinidad es la única explicación posible de lo que era y lo que hizo.

1. Existía desde el principio con el Padre. “Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” (Juan 1:2-3) (véase también Juan 17:5 y Colosenses 1:17).

2. El hijo de Dios.

A. Sus enemigos admitieron: “Decía que Dios era su propio padre, haciéndose igual a Dios" (Juan 5:18).

B. Pedro confesó: “Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:69).

Jesús afirmó: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).

3. Era sin pecado, como sólo Dios puede serlo.

A. Jesús desafió a sus enemigos, diciendo: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46).

B. Pedro dio testimonio: “…porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 Pedro 2:21-22).

C. Pablo afirmó: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. (2 Corintios 5:21).

4. Perdona los pecados, como sólo Dios puede hacerlo.

A. Los escribas dijeron: “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” (Marcos 2:7).

B. Jesús dijo: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…” (Mateo 9:6) (véase también Juan 8:11).

C. Pedro escribió: “Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).

5. Realizó obras milagrosas.

A. Curó enfermos: Mateo 8:9-13; Lucas 4:31-34; 5:12-15; Juan 4:43 a 5:16, y muchas otras citas bíblicas.

B. Alimentó a los hambrientos: Juan 6; Marcos 8, etc.

C. Resucitó muertos: Lucas 7:11-18; Juan 11:1-46.

Jesucristo se hizo hombre:

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14) (Véase también Filipenses 2:7-8).

1. Su nacimiento milagroso se profetizó 800 años antes de que ocurriera. “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14).

2. La profecía se cumplió al pie de la letra. “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:30-31).

3. Jesús demostró tener características humanas. Se cansaba (Juan 4:6). Tuvo sed (Juan 19:38). Comía alimentos (Lucas 24:40-43). Demostró tener sentimientos. (Marcos 6:34). Lloró (Juan 11:35). Conoció la tentación (Hebreos 4:15). Y Murió (Juan 19:30).

Jesucristo realizó las obras de su Padre:

1. Murió en la cruz. Este es el tema fundamental del evangelio.

A. La realidad de Su muerte: la cuarta parte de los evangelios se dedica a Su pasión y resurrección.

1. Para eso vino al mundo (Juan 12:27).

2. Su muerte se profetizó cientos de años antes de que ocurriera (Isaías 53:3-8).

B. El significado de Su muerte.

1. Fue un rescate por el pecado (Mateo 20:28; Romanos 3:24; 1 Pedro 1:18).

2. Fue para pagar el castigo por el pecado (Romanos 3:24; 1 Juan 2:2; 4:10). El hombre es objeto de la ira de Dios debido a su rebelión y su pecado; pero el Señor tomó la iniciativa para satisfacer su ira, enviando a su propio Hijo al Calvario.

3. Es una reconciliación. La enemistad entre nosotros y Dios ha concluido (Romanos 5:10) y estamos reconciliados con Dios (2 Corintios 5:18-19).

4. Es una substitución. Murió en nuestro lugar (1 Pedro 3:18; 2 Corintios 5:21).

5. En resumen, se ha resuelto completamente el pecado (1 Pedro 2:24; Hebreos 9:26; Hebreos 10:12).

2. Resucitó de entre los muertos. Esto es extraordinario y fundamental para el cristianismo.

A. La realidad de la resurrección (Juan 20:1-10; 1 Corintios 15:4).

B. La credibilidad de la resurrección:

1. Jesús la predijo: Mateo 13:39-41; Lucas 24:1-7.

2. La tumba estaba vacía: Juan 20:11-13.

3. Muchos testigos lo vieron vivo: las mujeres (Lucas 23:55-56); María Magdalena (Juan 20:1, 11-18); Pedro y los otros discípulos (Juan 20:3-9, 19-20, 24-31; 21:1-14).

Los resultados de Su obra:

1. Ascendió con Su Padre (Lucas 24:49-53; Hechos 1:6-11).

2. Es nuestro mediador eterno (1 Timoteo 2:5; Hebreos 8:6, 1 Juan 2:1).

3. Es nuestro Salvador: “Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). “A este, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hechos 5:31).

A. Es el único Salvador. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

B. Es un Salvador completo. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hechos 7:25).

C. Es un Salvador personal. “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, será s salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10).

La consumación de Su obra:

1. Volverá otra vez a la tierra (Hechos 1:11; Hebreos 10:37; Juan 14:3).

2. Los creyentes en Cristo resucitarán corporalmente, para iniciar una vida nueva y eterna (1 Tesalonicenses 4:17-18; 1 Corintios 15:51-58).

3. Reinará como Rey de reyes y Señor de señores sobre Su nueva creación (2 Pedro 3:10-13; Apocalipsis 22:3-5).

Estrategia de asesoramiento:

La mejor respuesta que podemos darle a Jesucristo y su palabra es:

1. Recibirlo como Señor y Salvador. Pregúntenle a su interlocutor si ya ha hecho así. Explíquenle las Cuatro leyes espirituales.

2. Entronizarlo como Señor en nuestra vida. “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8). “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2).

3. Ser testigos suyos cuando nos lo exija. “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros, y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3). “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Citas bíblicas:

Su divinidad:

Juan 1:1-3; Juan 17:5; Juan 8:56-59; Juan 10:30-33; Colosenses 1:15-19; Colosenses 2:8-9; Filipenses 2:6-11; Apocalipsis 5:12-14.

Su humanidad:

Juan 1:14; Filipenses 2:5-8; Juan 10:30; 1 Juan 1:1-4; Lucas 1:30-33; Mateo 1:18; Hebreos 4:15; Marcos 6:34; Juan 11:35; Juan 19:28; Lucas 24:40-43.

Su muerte:

Mateo 27:32-56; Marcos 15:20-47; Lucas 23:26-49; Juan 19:1-42; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 1:18-19; 2:22-24; Isaías 53; 1 Juan 3:5-8; 1 Corintios 15:2-4.

Su resurrección:

Mateo 28; Marcos 15; Lucas 24; Juan 20-21; Hechos 2:24-36; 1 Corintios 15; Gálatas 2:20; Romanos 10:9-10; 1 Pedro 1:19-21; 1 Tesalonicenses 1:10.

Su segunda venida:

1 Tesalonicenses 4:13-18; 2 Tesalonicenses 2:1-11; 1 Corintios 15:51-57; Juan 14:1-6; Hechos 1:11; Mateo 24:30; Apocalipsis 1:7; Juan 21:23; Mateo 24:42-44; 1 Juan 3:2-3.

lunes, 5 de julio de 2010

Falta de fe

Los interlocutores expresan con frecuencia su necesidad de más fe.

Podríamos definir la fe como “una entrega ciega a lo que Dios es, hace y dice”. Es basar nuestra vida en la realidad de Su confiabilidad. Sin embargo, a menos que la fe se vuelva activa en nuestra propia vida, será tan sólo una palabra. La definición más conocida de la fe que se da en las Escrituras es funcional; no nos dice lo que es la fe realmente, sino lo que hará por nosotros. “Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).

El evangelio es un camino de fe. La vida del cristiano es un avanzar con fe. La fe le complace a Dios y el Señor la recompensa. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6)

Nota: Billy Graham dijo: “La fe se manifiesta de tres modos distintos: en la doctrina, la adoración y el compañerismo. Se revelará en la moralidad, en el modo en que vivimos y nos comportamos. La Biblia enseña también que la fe no concluye con la confianza en Cristo y nuestra salvación. ¡La fe sigue adelante! ¡Crece! Puede que sea endeble al principio; pero se fortalece cuando comenzamos a leer la Biblia, orar, asistir a la iglesia, y experimentar la fidelidad de Dios en nuestra vida cristiana”.

Estrategia de asesoramiento:

Para el no cristiano:

Si su interlocutor habla de la fe de tal modo que demuestre que no entiende la fe salvadora, compartan con él las Cuatro leyes espirituales. Recalquen el hecho de que sólo mediante la fe podemos llegar a conocer a Dios. El llegar a tener una relación correcta con El por medio de Jesucristo implica una entrega por fe a Su persona y Su obra, expresada en Su muerte en la cruz y Su resurrección. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

Para el cristiano:

Si su interlocutor es un cristiano que expresa su preocupación por el hecho de que le falta fe o que desea que su fe aumente:

1. Pregúntenle:

¿Para qué quiere más fe?

¿Qué quiere obtener por medio de la fe?

Puede ser que le falte seguridad en su relación con Cristo. Si es así, explíquenle los puntos que se encuentran en el artículo “Cómo obtener seguridad en la salvación”, que se encuentran en este blog publicado anteriormente y hagan también hincapié en Efesios 2:8-9

2. Si permanece firme en su entrega a la salvación por medio de Cristo, compartan con esa persona ideas sobre cómo obtener más fe.

A. Una vida de fe no se desarrolla instantáneamente, por medio de un proceso misterioso. Es la disciplina espiritual la que conduce a una fe más profunda.

B. Invítenle a que le confiese a Dios su falta de fe como un pecado. “…y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23). “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12)

C. Anímenlo para que acuda al manantial de la fe, la Biblia. Tan sólo en el Nuevo Testamento hay cerca de 500 alusiones a la “fe”, el “creer”, etc. ¡Su interlocutor necesitará leerlo y estudiarlo! Invítenle a que tome nota por escrito de todas las alusiones a la fe y que, a continuación, estudie todas ellas en sus respectivos contextos, para determinar qué está diciendo Dios sobre la fe y cómo puede aplicarlo a su vida.

D. Aprémienle para que ponga en práctica su fe en su vida de oración. Hay muchos pasajes en los que se relaciona la fe con la oración. Por ejemplo: Mateo 17:20 y Santiago 5:15. La fe crecerá, al experimentarse victorias en la oración.

E. Anímenle para que comience a usar lo que aprenda sobre la fe, poniéndolo a prueba en su vida y su experiencia. Por ejemplo, en Proverbios 3:5-6, Dios promete Su guía, si satisfacemos ciertas condiciones. Si el interlocutor desea la dirección del Señor para alguna decisión que deba tomar o algo que tenga que hacer, deberá determinar cuáles son las condiciones de Dios en el pasaje dado y cumplirlas, con el fin de experimentar la guía prometida.

F. Invítenle a que comience a probar la fe, creyendo en Dios cada vez más y actuando de conformidad con ese convencimiento. La fe verdadera es dinámica y da como resultado la actividad. ¡Los grandes héroes de la fe (hebreos 11) actuaban para Dios! Participen en el servicio cristiano. “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).

Citas bíblicas:

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1)

“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis si haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Pedro 1:6-9).

“…de cierto os digo, que si tuviéreis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: pásate de aquí allá, y se pasará, y nada os será imposible” (Mateo 17:20).

“Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios” (Marcos 11:22).

miércoles, 30 de junio de 2010

La iglesia

Por definición, la iglesia es el “cuerpo de Cristo”, la comunidad de los redimidos de la que el Señor es la Cabeza. “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio , el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18).

La iglesia nació porque “Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25), se conserva y crece por la vida dinámica de Jesús. “Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26). Cristo regresará a reclamarla como su “esposa”, “adornada para su esposo” (Apocalipsis 21:2), “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27)

Su nacimiento lo confirmó la venida del Espíritu Santo (Hechos 2:1-11) que proporciona también poder para su autoperpetuación mediante su testimonio en el mundo (Hechos 1:8).

La iglesia es visible e invisible:

- La iglesia invisible es el gran conjunto de creyentes que, a lo largo de todas las edades, han confiado sinceramente en Jesucristo como su Señor y Salvador. “Conoce el Señor a los que son suyos. Y apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2:19). Una persona se convierte en miembro de la iglesia invisible cuando recibe a Jesucristo como su Señor y Salvador (Juan 1:12).

- La iglesia visible es la universal actual, que se compone de grupos locales de cristianos. En ella están tanto el trigo como la cizaña: los verdaderamente redimidos y muchos no lo son.

Todas las iglesias que, a lo largo de los siglos, han negado “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3), serán identificadas como apóstatas.

Cuando una persona experimenta el nuevo nacimiento, se convierte en miembro de la iglesia invisible. Entonces deberá tratar de identificarse inmediatamente con el CCLT para tomar parte activa en los servicios de adoración, el compañerismo, el evangelismo, el estudio de la Biblia y la oración. Se trata de una responsabilidad que enseña la Biblia: “No dejando de congregarse, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).

Nota: Billy Graham escribió: “La iglesia es primordialmente el cuerpo de Cristo… La Biblia dice… que fue el amor de Cristo a la iglesia lo que hizo que fuera a la cruz. Si Cristo amó tanto a la iglesia… yo también debo amarla. Debo orar por ella, defenderla, trabajar en ella, entregarle mis diezmos y ofrendas, contribuir a su avance, fomentar su sanidad, y hacer que sea el cuerpo funcional y de testimonio que nuestro Señor quiere que sea. Si asiste a la iglesia este domingo en ese espíritu, nadie logrará mantenerlo alejado de ella al siguiente… La familia de Dios tiene personas de diferentes nominaciones. He descubierto que puede haber desacuerdos menores sobre teología, métodos y motivos; pero que en el interior de la verdadera iglesia existe una unidad misteriosa que supera todos los factores de división”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Feliciten a su interlocutor por el interés que demuestra tener por la iglesia. Cuando nos identificamos con la iglesia, estamos obedeciendo a Dios. En la iglesia buscamos oportunidades para adorar, tener compañerismo y comunión, evangelizar, estudiar la Biblia, orar y participar en la Cena del Señor.

2. El hacernos miembros del CCLT no nos salva. Nos identificamos con la iglesia porque somos salvos y deseamos obedecer al Señor. Jesús dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9). Pregúntenle a su interlocutor si ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador. Compartan con esa persona las Cuatro leyes espirituales.

3. Después de confiar en Cristo, su interlocutor debe tratar de integrarse cuanto antes en el CCLT, poder ubicarse dentro de una célula y participar en las diferentes actividades y ministerios de la iglesia, y asistir fielmente a ella.

4. Aconséjenle que respalde a la iglesia financieramente. Para poder funcionar y crecer la iglesia debe recibir nuestros diezmos y ofrendas.

Cita bíblica:

“Y yo Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis 21:2)

martes, 29 de junio de 2010

La guerra

Los cristianos profundos se han debatido siempre con el problema de la guerra y sus implicaciones morales. Algunos la consideran incompatible con las enseñanzas y el espíritu cristiano y, por ende, inaceptable en cualquier circunstancia, basándose en Mateo 5:43-44: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por lo que os ultrajan y os persiguen”.

Otros cristianos opinan que es necesario armarse y estar listos ya que la ciudadanía cristiana nos obliga a obedecer a los que ocupan puestos de autoridad, sirviendo en los cuerpos militares, si se presenta una guerra (véase Romanos 13:1, Tito 3:1 y Hebreos 13:7)

Desde el punto de vista filosófico, la guerra es una extensión de la lucha del hombre contra el pecado y el mal del mundo. El Apóstol Santiago escribió: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras acciones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis en envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:1-3).

¿Cuál debe ser la actitud del cristiano en relación a la guerra?

1. Buscar ser instrumento de la paz de Dios, orando y trabajando a favor de ella. “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).

“Exhorto ante todo a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-2).

2. Buscar agradar a Dios, entregándole su vida (véase Romanos 12:1-2) y, luego viviendo en obediencia a Su Palabra.

A medida que una persona descubre la voluntad de Dios para su vida, los asuntos de conciencia se van resolviendo con una percepción que sólo puede otorgar el Espíritu Santo.

3. Esforzarse en ser testigo de Cristo, con la meta de ganar a otros para El. La paz principia en el nivel personal y se adquiere cuando le permitimos a “aquel que es nuestra paz” que controle nuestra vida (véase Efesios 2:14). No habrá paz en la tierra hasta que el Príncipe de Paz, nuestro Señor Jesucristo, vuelva a establecerla. Debemos esforzarnos en llevar el evangelio a todas las naciones, en espera de su regreso (véase Hechos 1:8).

4. Si una persona se ve obligada a tomar las armas, debe hacerlo en una entrega renovada a Cristo, confiando en que El lo guardará de peligros y daños, así como también de las tentaciones y los pecados a los que se enfrenta el soldado. Trate de honrar a Cristo en cualquier situación.

Estrategia de asesoramiento:

1. La persona interesada en este tema debe saber que no es la única que tiene inquietudes respecto a la guerra; cualquier cristiano escrupuloso las tiene también. Hágala saber que le agrada poder compartir con ella sus propios pensamientos. A veces, es mucho mejor admitir desde el principio que no está preparado para analizar la guerra filosóficamente. Sin embargo, puede decirle que está convencido de que Dios es justo y no busca el dolor y el sufrimiento del hombre, porque Dios es amor. La demostración más grande del amor de Dios es que envió a Su Hijo a morir por nuestros pecados. El Señor tiene un plan para la vida de cada ser humano, incluso la de su interlocutor. Quiere compartir Su vida, Su amor y Su paz con cada uno de nosotros. ¿Se ha entregado su interlocutor a Cristo Jesús, recibiéndolo como su Señor y Salvador personal? Si es pertinente comparta con él las Cuatro leyes espirituales.

Señálenle que, si está dispuesto a entregarle su existencia a Cristo adquirirá sabiduría y perspectiva concerniente a esta preocupación sobre la guerra y su participación personal en ella. En realidad, la conciencia humana sólo es confiable cuando la guía el Espíritu Santo que ha entrado a habitar en la persona que recibe a Cristo como su Salvador (1 Corintios 6:19-20).

2. Asegúrenle a la persona que comparten con ella sus inquietudes y que les agrada la oportunidad de conversar y explicarle lo que piensan al respecto.

No obstante, convendrá que le pidan que, por un momento, deje a un lado su preocupación por la guerra, para regresar más tarde a este tema. Lo que ahora desea preguntarle es la cuestión más importante a la que se enfrentará en toda su vida. Su interlocutor tiene un valor incalculable y Dios está preocupado por él, porque tiene un plan que puede llevarlo a desarrollar una vida de calidad más elevada que lo que jamás soñó. La cuestión vital es: ¿ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal? Si viene al caso, compartan con esa persona Las Cuatro leyes espirituales.

3. Otro interlocutor puede hacerle la siguiente pregunta: ¿Cree usted es un Dios que permite la guerra cuando ésta genera tantos sufrimientos, destrucción y muertes prematuras en seres humanos?

Considere lo siguiente:

A. La guerra es sólo una faceta del grave problema de la maldad que ha asolado a la humanidad desde los primeros tiempos. Es preciso reconocer que hay tanta maldad en la guerra como en el caso de un asesinato. Esta misma maldad trató de destruir al hombre más grande que ha existido, clavándolo en una cruz.

B. El problema se reduce realmente a una cuestión de opciones morales de las que somos responsables. Dios deseaba un mundo basado en valores morales, de modo que tuvo que crear una sociedad que pudiera responder a las opciones morales.

Al enfrentarse a la opción moral de vivir egoísta o no egoístamente, la gente toma a menudo las decisiones equivocadas. Estamos en libertad de escoger; pero no podemos escapar a las consecuencias de nuestras malas decisiones morales. La guerra es una opción errónea.

C. La guerra es el fruto del pecado. Como no tenemos Su ley y no la obedecemos, nos vemos enfrentados a las consecuencias de nuestra desobediencia. Podemos escoger obedecerle, confiando en El no sólo como nuestro Salvador, sino también como nuestro Señor. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna”” (Juan 3:16).

4. Tal vez otra persona le haga la siguiente pregunta: ¿Por qué no podemos rehusar armarnos o participar en las guerras? (Sin ejército, no hay necesidad de defenderse).

Reduzcamos el problema a un nivel muy práctico en la comunidad en que vivimos. ¿Estaría esa persona dispuesta a dejar cerrar con llave las puertas de su casa o departamento, o bien, de su automóvil? Es evidente que todas las sociedades deben protegerse a sí mismas, sus familias, y sus propiedades, si desean conservar su seguridad. ¡Cuánta mayor razón tienen las naciones enteras para ello, en vista de las filosofías y culturas conflictivas que poseen! No vivimos en un mundo ideal, sino más bien, en un mundo dominado por deseos pecaminosos y egoístas. Jesús afirmó: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 19:19). Aplicado esto a un nivel internacional, significará proteger la vida, la familia, el hogar y las propiedades de los demás, tanto como las nuestras propias.

Citas bíblicas:

Profecías sobre la guerra:

“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que nos os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”. (Mateo 24:6)

“Y juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor; ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4)

Sumisión a la autoridad:

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. (Romanos 13:1-2)

“Por causa del Señor, someteos a toda institución humana, ya sea al rey como a superior, y a los gobernadores como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien”. (1 Pedro 2:13-14)

La causa de la guerra:

“De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites". (Santiago 4:1-3).

miércoles, 23 de junio de 2010

Los dones del Espíritu Santo

El cristiano verdaderamente consagrado querrá apropiarse de todo lo que Dios tiene en reserva para su vida. Hemos recibido la gracia de Dios por medio de la Persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, debemos permanecer abiertos para recibir los dones del Espíritu Santo. “Procurad, pues, los dones mejores” (1 Corintios 12:31)

Sin embargo, es preciso que tengamos cuidado de no ser presuntuosos al reclamar cualquier don para nosotros. En lugar de ello, debemos confiar en la soberanía del Espíritu Santo para que le dé “a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11). Muchas personas pretenden poseer ciertos dones; pero su vida y su ministerio no dan pruebas de ello. No se debe considerar que los dones espirituales hacen a algún creyente o grupo de creyentes más santo o espiritualmente más avanzado que otro.

El orgullo espiritual puede anular la eficacia de cualquier don.

Evidentemente, algunos cristianos poseen los dones más manifiestos, tales como el de la predicación, la enseñanza o el evangelismo. Esto no quiere decir que son “supercristianos”. Simplemente están aplicando los dones que les dio Dios. El cristiano que ejercita el don más calmado de la fe es igualmente importante para Dios y para la edificación del cuerpo de Cristo. En ninguna parte de las Escrituras se nos dice que debamos buscar los mismos dones. No todos son iguales; pero todos tienen la misma finalidad: deben aplicarse a la obtención de la unificación y la edificación del cuerpo, la iglesia (Efesios 4:12-16)

Dos porciones de las Escrituras enumeran los dones del Espíritu Santo:

“Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, profecía; u otro, discernimiento de espíritus; a otros, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y le mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como quiere” (1 Corintios 12:8-11).

“Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12)

Nota: Billy Graham: “Esos dones nos llegan del Espíritu Santo, que escoge a quienes van a obtenerlos, y los reparte como quiere. Aunque somos responsables del modo en que utilicemos los dones que hayamos recibido, no somos responsables de los dones que no poseamos. Ni debemos codiciar lo que tenga otra persona ni tenerle envidia. Podemos desear tener ciertos dones e incluso pedirlos; pero si no responden a la voluntad del Espíritu Santo, no obtendremos lo que pidamos. Y si no estamos satisfechos debido a que el Espíritu Santo no nos da los dones que deseamos, estaremos pecando”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Permanezcan dentro de los lineamientos que se presentaron al comienzo de este tema cuando den asesoramiento en lo que se refiere a los dones del Espíritu Santo. Es fácil dejarse llevar por alguien que considere que los dones son algo que nunca han sido ni serán.

2. Afirmen con toda claridad que una persona debe haber nacido de nuevo en Cristo para poder apropiarse de los dones del Espíritu Santo. A diferencia de lo que muchos pretenden, no se puede invertir este orden de las cosas. Pregúntenle a su interlocutor si ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador. Si no es así, explíquenle las Cuatro leyes espirituales.

3. Si su interlocutor es un creyente que está buscando sinceramente la plenitud del Espíritu Santo y la identificación de algún don, aconséjenle que dedique tiempo a un estudio prolongado y cuidadoso de las Escrituras que se ocupan de los dones, incluso el libro de los Hechos y las epístolas de Pablo, donde podemos ver los dones en acción. A ese estudio debe acompañar la oración sincera y fervorosa, porque así el que busca obtendrá discernimiento y sabiduría para alejarse de los excesos.

4. Aconséjenle que no se deje afectar demasiado por personas o grupos que insistan en algún tipo de método estandarizado para recibir o ejercer algún don o que pretendan que todos los creyentes deben poseer ciertos dones. Cada uno debe confiar en que el Espíritu Santo distribuirá Sus dones como lo desee (véase Juan 3:8 y 1 Corintios 12:11)

Nota: Uno de los comentarios de Billy Graham ayuda a poner esto en perspectiva: “Creo que una persona llena del Espíritu Santo –que se someta constantemente al Señorío de Cristo- llegará a descubrir sus dones con bastante facilidad. Querrá que Dios le guíe en su vida, y esa es la clase de persona que Dios está dispuesto a bendecir, mostrándole los dones que le ha conferido el Espíritu Santo”.

5. Indíquenle que junto a los dones del Espíritu Santo, debemos tratar de demostrar siempre los frutos del Espíritu. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Los frutos y los dones deben permanecer unidos. Se nos conoce por nuestros frutos (Mateo:7:16)

6. Oren con su interlocutor para que tenga una demostración de los frutos del Espíritu Santo en su vida, y para que pueda servir con mayor eficacia al cuerpo de Cristo y al mundo, utilizando algún don que haya recibido según la voluntad soberana del Espíritu de Dios.

Citas bíblicas:

Estudien 1 Corintios 13 en relación con otras porciones de las Escrituras para obtener una buena perspectiva sobre los dones del Espíritu Santo.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10)

domingo, 20 de junio de 2010

Los frutos del Espíritu Santo

El estar lleno del Espíritu Santo, incluye dos aspectos: las pruebas de frutos del Espíritu Santo y Sus dones.

La plenitud del Espíritu Santo en su vida. El patrón de vida del Nuevo Testatmento se establece en Mateo 7:16: “Por sus frutos los conoceréis”. La primera evidencia de estar lleno del Espíritu Santo es llevar una vida piadosa. Dios quiere cristianos maduros, que demuestran tener los frutos del Espíritu Santo de conformidad con lo que se nos dice en Gálatas 5:22-23: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.

Nota: “Los frutos del Espíritu Santo son lo que Dios espera ver en nuestras vidas”, dijo Billy Graham. “A diferencia de los dones del Espíritu, Sus frutos no se dividen entre los creyentes. En lugar de ello, TODOS los cristianos deben distinguirse por tener todos los frutos del Espíritu Santo. En la forma más sencilla posible, la Biblia nos indica que necesitamos al Espíritu para que dé frutos en nuestra vida, porque no podemos producir nada santo apartados del Espíritu. En nuestro propio interior estamos llenos de toda clase de deseos egocéntricos y egoístas que se oponen a la voluntad de Dios para nuestra vida”.

En la práctica, ¿cómo comenzamos a desarrollar estos frutos del Espíritu Santo en nuestra vida?

Debemos entregarnos conscientemente al Espíritu Santo de conformidad con lo que dice en 1 Corintios 6:19-20 y Romanos 12:1-2. Pregúntese usted mismo, ¿se ha dado cuenta alguna vez de que es de Dios y que su cuerpo es verdaderamente la morada del Espíritu Santo? ¿Le ha ofrecido alguna vez su cuerpo (su vida) a Dios tal y como se exige en Romanos 12:1?

A continuación, debemos considerar que hemos muerto al pecado; pero estamos vivos en Cristo (Romanos 6:11). En Gálatas 2:20, Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Estamos muertos al pecado, en el sentido de que este último ya no nos controla /véase Romanos 6:12-13).

Luego, decidimos, con fe, entregarnos al Señorío de Jesucristo. Esto sucede gradualmente, a medida que logramos controlar nuestra mente. Nuestros actos responden al control que tiene el Espíritu de nuestros pensamientos. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Trabajamos sobre uno de los “frutos” cada vez, orando con fe y confiando en que Dios nos dará el amor, el gozo, la paz y la paciencia que se mencionan en Gálatas 5:22 y 23, para que esas características sean una realidad en nuestra vida.

Estrategia de asesoramiento:

1. Si su interlocutor se muestra preocupado porque desea los frutos del Espíritu Santo en su vida, pueden ver con él parte de lo que se presenta al comienzo de este tema.

2. Algunas veces, las preguntas revelan el punto de enfoque que se requiere. Pregúntenle:

“¿Está consciente de alguna falta de disciplina personal en usted?”

“¿Rompió sus relaciones con alguna otra persona y necesita reanudarlas?”

“¿Permanece conscientemente en Cristo?”

“¿Está leyendo y estudiando diariamente la Biblia?”

“¿Está orando respecto a su relación con Cristo, pidiéndole que desarrolle en usted los frutos del Espíritu Santo?”

3. Oren con su interlocutor, pidiendo que tenga la plenitud del Espíritu Santo, para que Sus frutos aparezcan en su vida.

Citas bíblicas:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2)

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo y morada del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros cuerpos? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).

“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia” (Romanos 6:11-13).

Gálatas 5:22-23

sábado, 19 de junio de 2010

El Espíritu Santo

Un cristiano nunca puede estar “completo” o maduro sin un conocimiento completo de la Persona y la obra del Espíritu Santo. Es siempre la sensación de necesidad e insuficiencia la que nos hace tratar de obtener este conocimiento.

El Espíritu Santo es una de las tres Personas de la Trinidad. Es igual en posición y poder, con todos los aspectos esenciales de la divinidad. Comparte todos los atributos de Dios: es eterno, sin principio ni fin (hebreos 9:14); omnipotente, poseedor de todo poder (Lucas 1:35); omnipresente, presente en todas partes al mismo tiempo (Salmo 139:7) y omnisciente, o sea, que lo sabe todo (1 Corintios 2:10-11).

Posee todas las características de la personalidad. El Espíritu Santo no es una cosa (véase Romanos 8:16 y 26).

El Espíritu Santo tiene intelecto, emociones y voluntad. Habla (Hechos 13:2), intercede (Hechos 16:6-7), asigna (Hechos 20:28), guía (Romanos 8:14), redarguye y convence de pecado (Juan 16:8). Se le puede mentir y probar (Hechos 5:3,4,9), resistir (Hechos 7:51), afligir (Efesios 4:30) y blasfemar (Mateo 12:31).

Todos los cristianos debemos entender nuestra propia relación con el Espíritu Santo.

*Los que se ha realizado:

Hemos nacido del Espíritu Santo (Juan 2:6,8).

Dios nos ha dado el Espíritu Santo (Juan 14:6; 16:7).

Somos bautizados por el Espíritu (1 Corintios 12:13).

Somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20)

Hemos sido sellados por el Espíritu Santo (Efesios 1:13).

*Lo que es potencialmente real:

Todos los cristianos tienen el Espíritu Santo; pero no todos están llenos del Espíritu Santo. Debemos desear esta plenitud, porque Dios nos ordena: “Sed llenos del Espíritu Santo” (Efesios 5:18).

Nota: Billy Graham escribió: “Creo que la Biblia enseña que hay un bautismo en el Espíritu Santo –cuando acudimos por fe a Cristo. La Biblia enseña que hay muchos momentos en los que el Espíritu Santo nos llena- de hecho, debemos estar constantemente llenos del Espíritu Santo. Un bautismo, muchas experiencias de plenitud. Cuando estamos llenos del Espíritu, no se trata de que le pertenezcamos más, como si Su obra fuera cuantitativa. No se trata de qué cantidad del Espíritu tenemos, sino de cuánto tiene el Espíritu de nosotros… Conforme vamos entendiendo mejor el señorío de Cristo, nos rendimos cada vez más a El. Así, al buscar la plenitud del Espíritu Santo, recibimos y gozamos Su presencia que nos llena y Su plenitud cada vez más”.

Estrategia de asesoramiento:

1. Si les hacen alguna pregunta sobre el Espíritu Santo, traten de dar una respuesta a partir de los temas que se mencionaron al comienzo de este tema.

2. Si les hacen preguntas o expresan un deseo sobre la plenitud del Espíritu Santo, compartan los puntos que siguen:

A. Es preciso entender que Dios nos dio Su Espíritu Santo y que mora en nosotros. Tome en cuenta las citas bíblicas que se mencionaron anteriormente.

B. Debemos comprender que Dios nos ordena que debemos estar llenos del Espíritu Santo (Efesios 5:18).

C. Tenemos que entender que antes de que podamos recibir Su plenitud, debemos resolver sinceramente todos los pecados conocidos de nuestra vida. Esto implica arrepentimiento y confesión a Dios.

D. Entregamos sincera y completamente el control de nuestra vida al Señor, como acto definitivo de consagración. Renunciamos a nuestra propia voluntad y, por encima de todo, tratamos de someternos en todo a Cristo, como nuestro Señor, con el fin de tener Su dirección en todos los aspectos de nuestra vida. Esta obediencia requiere una entrega diaria a Dios, para poder aprender los secretos del camino de la fe.

Cuando nos hemos entregado a Dios y Su voluntad, estamos llenos del Espíritu Santo. Ahora debemos actuar de conformidad con esta verdad, y vivir nuestra vida con una seguridad absoluta de que Dios nos ha llenado ya y que nos encontramos bajo Su control.

3. Oren con el interlocutor sobre la aplicación de estas verdades a su vida y para que pueda estar lleno del Espíritu Santo.

Citas Bíblicas:

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. (Juan 14:16,17).

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en samaria y hasta lo último de la tierra”. (Hechos 1:8).

“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:7-11).

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13)

Juan 3:6-8

Juan 16:13-14

1 Corintios 6:19-20

Efesios 1:13

Romanos 8:14-16