lunes, 20 de octubre de 2008

Intenciones de divorcio

El divorcio, la disolución legal del matrimonio, es un alejamiento de lo que Dios desea y las Escrituras no lo respaldan, excepto en condiciones limitadas. El divorcio es el resultado del pecado en la vida de uno o el otro de los cónyuges, o bien, de los dos. Los más frecuente es que ambos tengan parte de culpa. El egoísmo y el falso orgullo contribuyen a menudo a que se establezcan las condiciones que llevan al divorcio.

Con frecuencia, el divorcio es el resultado de mentalidades inflexibles. “El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mateo 19:8) Ese no era el propósito original de Dios para el matrimonio.

Ninguna manipulación ni razonamiento de las Escrituras puede hacer que el divorcio sea aprobado. La Biblia declara:
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24)
El apóstol Pablo escribió: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido… y que el marido no abandone a su mujer”. (1 Corintios 7:10)
“¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el divorcio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos” (Malaquías 2:15-16)

Condiciones limitadas en las que se puede admitir el divorcio:
1. Cuando uno de los cónyuges sea culpable de inmoralidad sexual, como lo son el adulterio y la homosexualidad, y no tenga intenciones de arrepentirse, buscar el perdón de Dios, abandonar su pecado y ser fiel a su cónyuge (Véase Mateo 19:9)
2. Cuando uno de los cónyuges abandone al otro, sobre todo cuando un esposo incrédulo abandone a su cónyuge cristiano. (Véase 1 Corintios 7:15)
Si alguien se casó y se divorció antes de aceptar a Cristo, deberá seguir adelante en su situación actual. Si se ha vuelto a casar, deberá esforzarse en lograr lo que su segundo matrimonio sea un éxito. El abandonar a su segundo cónyuge para volver con el primero sería malo. Dos males nunca constituyen un bien.
El tener un cónyuge incrédulo no es motivo de divorcio. Por el contrario se anima al esposa o la esposa cristiana que “viva en paz” con el cónyuge inconverso, con la finalidad de conquistarlo para la fe en Cristo. (Véase 1 Corintios 7:12-16)
Cuente el costo de esos actos:
1. ¿Es desagradable para Dios? (Véase Malaquías 2:15-16)
2. ¿Podría trastornar esto la continuidad de la vida, afectando adversamente a otras personas, tales como hijos, padres o miembros de familias extendidas?
3. ¿Resolverá esto varios problemas o creará toda una gama de otros nuevos? El divorcio es una experiencia emocionalmente traumática.

Agoten todas las opciones en la búsqueda de soluciones:
1. Traten de resolver las cosas a nivel persona, con toda humildad y espíritu de perdón (Véase Mateo 18:21-22)
2. Sométase al asesoramiento de un consejero matrimonial cristiano o un pastor competente.
3. En caso necesario, experimente una separación de prueba, mientras busca una solución redentora. En caso de malos tratos físicos o psicológicos, homosexualidad, ebriedad, drogadicción, etc., puede ser aconsejable una separación.

Estrategia de asesoramiento
1. Demuestren tener una actitud cariñosa y llena de interés. Tranquilicen a su interlocutor, diciéndole que se alegran de poder hablar con él y ayudarle a buscar una solución. Quieren ser sus amigos y compartir con él todos los discernimientos que tengan.
2. Escuchen con atención, permitiéndole contar su historia y ventilar sus sentimientos hasta que consideren que entienden bien la situación.
3. Eviten actuar como jueves y jurados. Permanezcan neutrales. Su finalidad deberá ser la de presentar un punto de vista bíblico y desafiar a su interlocutor para que tome su propia decisión, sabiendo que deberá vivir con ella todo el resto de su vida. Recuerden el ejemplo de Jesús. Trató amablemente a la mujer junto al pozo, a pesar de que sabía que había tenido cinco maridos y estaba viviendo con un hombre no casado con ella. Se reveló a ella como el Salvador y le ofreció “agua viva” (Véase Juan 4:9-42).
4. Dígale a su interlocutor que para poder esperar recibir la ayuda de Dios, deberá entregarle su vida a Cristo, cueste lo que cueste. Y esa entrega deberá ser permanente, sea cual sea el resultado de su dilema actual. Pregúntenle si ha recibido alguna vez a Cristo como su Señor y Salvador personal. Si es apropiado, compartan con esa persona las Cuatro leyes espirituales.
5. Después de recibir a Cristo, tendrá derecho a esperar la ayuda del Señor. La persona tendrá ahora una nueva dimensión en su vida y una nueva perspectiva que le será útil para obtener soluciones. Puede confiar en los recursos y discernimientos que se encuentran en la Palabra de Dios, que deberá comenzar a leer y estudiar. El interlocutor puede presentarle a Dios su vida y sus problemas en oración. El estudio de la Biblia y la oración le ayudarán a esa persona a realizar ajustes en su nueva personalidad y a buscar el avenimiento con su cónyuge, por medio del arrepentimiento y la confesión.
6. Anímenle para que agote todas sus opciones en la búsqueda de una solución bíblica.
7. Oren con esa persona para que Dios intervenga para hacer que su vida y su matrimonio se ajusten para estar de acuerdo con las Escrituras.
Si es cristianos, anímenle a que ponga su vida en orden sobre la base de la “Restauración”, haciendo hincapié en Juan 1:9 y Romanos 12:1-2.

Citas Bíblicas

“Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de l ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que, si se uniere a otro marido, no será adúltera”. (Romanos 7:2-3)

“El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová”. (Proverbios 18:22)

“El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo sino la mujer”. (1 Corintios 7:3-4)

“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. (1 Pedro 3:7)

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros, este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. (Filipenses 2:3-5)

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